Isabel Peron cumple 90 años

Diego Mazzieri: “Le dije a Isabel Perón que, ante tantas falsedades que se vertían sobre ella, había que escribir un libro 

Cuando murió Juan Domingo Perón, el 1° de julio de 1974, María Estela Martínez presentó la renuncia con la idea de ceder a otra persona la responsabilidad del gobierno, recuerda Mazzieri. Se la rechazaron los miembros del gabinete, las Fuerzas Armadas y los principales referentes de la oposición con el radical Ricardo Balbín a la cabeza. 

Pero apenas juró como primera mandataria, desde todos los sectores se lanzaron al asalto de su gobierno. El mensaje central que transmite por ejemplo la biografía de María Sáenz Quesada -dice Mazzieri- es que ella no estaba preparada para gobernar. Lo que no se tiene en cuenta es que Isabel gobernó con atentados a diario. Fueron 20 meses en el poder y desde el primer momento padeció un ataque en regla contra su gobierno desde el interior mismo del movimiento: los Montoneros, el llamado Grupo de Trabajo, los empresarios y algunos sindicatos que salían con la consigna de “romper el Pacto Social”. 

Por eso Mazzieri rescata la obra de gobierno que desarrolló Isabel a pesar del duro contexto en que le tocó actuar, tanto interno como externo: de hecho, fue una gestión redistribucionista, durante la cual no se contrató ningún empréstito. En comparación con la situación actual, sus cifras económicas son envidiables. “En el presupuesto aprobado en marzo de 1976, el 24 por ciento del gasto estaba destinado a sueldos y el 76 por ciento a obra pública y a servicios públicos. La dictadura invirtió la proporción”, escribe Mazzieri. 

El autor también demuele otras excusas de los militares para dar el golpe y denuncia que, desde el inicio del gobierno de Isabel Perón hubo colusión de sectores del mismo oficialismo con los militares; muchos políticos pensaban que las FFAA tomarían el poder para dárselo a ellos. La Presidente, como lo recuerda el libro, les advirtió sin embargo que también ellos serían víctimas. 

Ítalo Argentino Luder es uno de los grandes acusados en el libro por su temprana participación en las maniobras para desplazar a Isabel del poder. El argumento golpista del “vacío de poder” ocultaba que en realidad “la Presidente gobernaba en la absoluta soledad”, debido “a la conspiradora acción de los diputados nucleados en el llamado “Grupo de Trabajo”, que eran “todos agentes encubiertos o lobistas de la Marina”. La Cámara de Diputados era paralizada por la acción desestabilizadora de ese grupo que negaba el quórum necesario. 

“Tanto la ultraderecha como la ultraizquierda, coincidían (como siempre lo han hecho a la hora de intentar destruir al Peronismo), en que había que romper el “Pacto Social”, y con ello inexorablemente se imposibilitaba la tan ansiada unión nacional”, escribe Mazzieri. 

En cuanto al argumento de la falta de respaldo popular al gobierno, el autor recuerda que en respuesta a ese planteo la Presidente había adelantado las elecciones para octubre de 1976. Sería la ocasión para confirmarlo. Y, de hecho, fue el sentimiento de que Isabel podía disputar una reelección lo que también aceleró el golpe. 

Finalmente, el argumento ya aludido de la “corrupción desenfrenada”, “frase que monopolizarán tanto Videla como Firmenich”, también quedó desmentido cuando ni la misma dictadura pudo demostrar que Isabel Perón hubiera desviado fondos. 

Un acierto de Mazzieri es usar una astilla del mismo palo para exponer la hipocresía de quienes año a año condenan el golpe de Estado de 1976, pero no recuerdan a Isabel Perón. 

En El mito del eterno fracaso, José Pablo Feinmann escribió: “El gobierno no fue feliz. Hubo desaciertos (…). No obstante, estorbaba. Era la Presidente Constitucional de los argentinos. Durante sus dos últimos meses de gobierno casi no cometió errores. Por eso la echaron. Acababa de convocar a elecciones. Le cedía espacio a los partidos opositores. Dialogaba con ellos. Comenzaba lentamente a ser Isabel Martínez de Perón. No le dieron tiempo. La voltearon –y la ultraizquierda ayudó mucho en la tarea- (…) Se la llevaron en un helicóptero. La sometieron a largos años de cárcel que sobrellevó con dignidad. Una vez libre, se llevó del cautiverio el silencio y lo transformó en su herramienta política”. 

Mazzieri cita el libro Disposición Final, de Ceferino Reato, en el que Jorge Videla explicó con mucha claridad el motivo del calvario de Isabel: “La Señora llevaba el apellido de Perón y estando libre podía movilizar voluntades políticas y gremiales contra el gobierno militar. Por eso permaneció presa e incomunicada durante seis años”. 

Finalmente, el libro le cede varias veces la palabra a la propia viuda de Perón que en el año 1981 dijo: “Gracias a mi fe pude soportar estos cinco injustos años. No guardo rencores, cada uno debe pagar en la vida el precio de lo que representa”. 

Y concluye Mazzieri: “La Señora Martínez de Perón, soportó estoicamente una injusta prisión. Volvió triunfante. No se le conoció jamás escándalo alguno y vive sobriamente sin quejas ni rencores. Es prenda de paz y unidad de los argentinos. Su vida actual es reservada y casi monacal. Todas estas virtudes no podrán ser jamás opacadas por el sinnúmero de calumnias e injurias que se tejieron sobre ella.”. 

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