El Historiador y Director Nacional del Consejo Federal del Folklore de Argentina, José de Guardia de Ponté, en el programa Convicciones Políticas, por FM La Cigarra, 96.7 MHz, realizó un repaso por la historia de la Argentina y el contexto internacional, en el marco de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo acontecida en 1810.
José de Guardia de Ponté señaló que es necesario reconocernos en la historia de nuestro país pero también de su contexto para alcanzar el verdadero relato sobre el origen de la vida política en nuestro país.
“La generación del los ochenta, creó la historia de la revolución para construir una leyenda patria, que muchas veces está un poco lejos de la realidad y decían una verdad a medias, que en realidad es una mentira realmente”, inició Guardia de Ponté.
Afirmó que el problema de la sociedad es que hasta el día de hoy, el pueblo argentino no conoce su historia, o “la conoce un poco a medias”, aseguró.
La corona española estaba acéfala
“Para empezar a hablar sobre el tema de la revolución de Mayo es necesario decir primero decir, que había una situación internacional. El rey Fernando VII había caído en manos del imperio francés de Napoleón Bonaparte y por lo tanto estaba acéfala la corona española. Acá hay una cuestión, no jurídica y es que las colonias americanas no eran del pueblo español, sino que habían sido entregadas en una forma de comodato por el Papa, al rey de España. Las tierras americanas pertenecían al Rey, pero no al pueblo español. Entonces se da está chicana jurídica: al no haber Rey no hay quien mandé y esta es la consigna del movimiento de mayo”, relató.
La expulsión de los Jesuitas generó un cambio trascendental que desencadenó la revolución
“El antecedente más importante es el Movimiento Político liberal, el Liberalismo que ha surgido en el mundo y ha dado como consecuencia dos revoluciones importantísimas y la última, norteamericana, es la del año 1776 y la otra es la Revolución Francesa, en el 1789, pero existe además otro antecedente, que es el de la expulsión de los Jesuitas, para cambiar el sistema educativo. Pero fue un error, tendrían que haberlo cambiado en Europa no en América, porque cuando sacan a los Jesuitas de América, las Universidades americanas, fundamentalmente la de Chuquisaca comienzan a desarrollar ideas revolucionarias. Entonces, en ese caldero revolucionario se formaron Juan José Castelli, Mariano Moreno, Manuel Belgrano, entre otros. Estas ideas revolucionarias hicieron eco en los jóvenes más industriosos y ellos serán después, los grandes revolucionarios de Mayo”
El 25 de mayo de 1809 ya se había generado una revolución
“Esto lo dicen muy poco los libros de Historia, que iba a haber un movimiento revolucionario en el Alto Perú, en La Paz, en Chuquisaca, en Charcas. En este movimiento de mayo iban a haber tres fracciones: la primera era conservadora, cebada por los peninsulares, los nacidos en España, que son aquellos que dijeron que le darían un poco de oxígeno a la revolución juvenil. Ahí estuvieron el obispo Saavedra, que aceptó el cambio, para que nada cambié. Eran lo que se suele llamar, -los conservaduros-.
…pero los jóvenes querían la Igualdad
“Castelli, Moreno y Belgrano querían la independencia, querían la igualdad, la libertad, la fraternidad y la libertad. La más complicada de todas era la igualdad, porque significaba no solamente igualdad entre pares, sino también igualdad de indios, de mestizos, de gauchos, pero esto no le gustaba a los terratenientes.
¿Qué pasaba con los comerciantes de la época?
“Había una tercera fracción, de la que nadie habla, que era la de los comerciantes. Esos contrabandistas que buscaban el comercio con Inglaterra, finalmente financiaban al movimiento. Entre estos estaba Azcuénaga. Él financiaba y ponía el dinero para que ese movimiento tenga soporte económico. El único interés de esta gente era comerciar con Inglaterra y hacerse más rico de lo que era. Todas estas cuestiones fueron un polvorín que terminó en el 25 de mayo de 1810, donde hubo tres posiciones muy contrapuestas y llevaron adelante un movimiento. Se constituye un gobierno provisional y ya no representaban al Rey porque estaba preso”
También hubo un movimiento contrarrevolucionario que pretendía poner nuevamente como presidente de la junta al Virrey Cisneros. Entonces en una jugada de Pizarro a Cisneros, se presentan Manuel Belgrano y Juan José Castelli, en su oficina y le exigieron la renuncia, o lo tiraban por el balcón. Ahí Cisneros renuncia a la posibilidad de volver a ser reelecto.
Las horas previas a las definiciones:
Jueves 24 de mayo de 1810
Finalmente el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: «Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas.»
Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:
«En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno.»
El 25 de mayo de 1810
Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la «sensación térmica» de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.
Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó «¿Dónde está el pueblo?». En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo «Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada.» Poco después se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno.El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.
La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias «Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos.»
Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la «máscara de Fernando», es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.
Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.
En Buenos Aires, el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés.