Recordando el 10 de diciembre vemos una de las mayores tragedias de la Argentina reciente, el estallido de una convertibilidad que debió abandonarse mucho antes, de manera gradual y planificada, con su altísimo costo en pobreza y desocupación, pero también en muertos y heridos, aparece mágicamente convertida en una película de terror donde no hay buenos, pero en la que los más malos, son los que estaban a cargo del gobierno, o sean los radicales.
Las calles parecen sólo como campo de batalla, pero no como escenario de penurias cotidianas de los excluidos, cada vez en mayor cantidad.
Recordemos: de los muchos que se iban del país, el que accedía a un boleto aéreo y un pasaporte, se rajaba. Adónde fuera, porque el tema no era llegar a otro lado sino irse de acá.
Y el que apenas contaba monedas para el bondi, debía quedarse a seguir sufriendo el plan de convertibilidad de Cavallo y De La Rua.
Los radicales son una manga de inútiles. Los peronistas son voraces e inescrupulosos.
Fernando de La Rúa no entiende nada, su hijo baila sobre la cubierta del Titanic -que era entonces la quinta de Olivos- el jefe de gabinete Chrystian Colombo es impotente frente a tanta incapacidad, Domingo Cavallo es una especie de dios irritable y el partido radical, que lo odia, se lo trata de fumar porque no hay plan B.
Sólo Alfonsín ve un poco más allá de lo evidente y eso lo convierte en el interlocutor privilegiado de Duhalde.
Eduardo Duhalde es una suerte de Alcapone, . Sereno, reflexivo, de pocas palabras, es el único capaz de conducir a las fieras, que se frotan las manos y le dan, cada vez que pueden, un empujoncito al gobierno radical que camina por un desfiladero.
Adolfo Rodríguez Saa es mesiánico, Carlos Ruckauf es oportunista, Ramón Puerta hace equilibrio en semejante kilombo.
Una combinación dominante entre los líderes de los partidos mayoritarios, que no encontraban una salida para explicar la crisis financiera, económica y social de la que aún tenemos memoria.
Como si no hubiera habido antes doce años de neoliberalismo menemista, financiarización de la economía, endeudamiento compulsivo, destrucción del aparato productivo y, sobre todo, un corset al sector productivo, la convertibilidad, que iba dejando cada día más gente fuera del sistema.
La convertibilidad “falsa dolarización” la llamó recientemente CFK- es el antecedente más cercano de lo que nos proponen los autopercibidos libertarios.
Un sector de la política desempolva viejas carpetas y anhelos dolarizadores. Y el ex ministro de Economía de Carlos Menem y de Fernando De La Rua, sucesor en el cargo, con Domingo Cavallo, que ahora asesora al precandidato Javier Milei.
Buenos Aires es una especie de Constantinopla, Duhalde el equivalente a un sultán del ejército turco y De la Rúa, un emperador extraviado.
Los protagonistas de entonces nunca fueron tan centrales como ahora. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que hoy defiende a sangre y fuego una cuestionadísima reforma de la constitución provincial, era entonces secretario de Desarrollo Social de la Nación.
Ayer nomás recibió el apoyo de otros dos ex funcionarios alianza de Fernando De La Rua: la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, del 13 por ciento que le quitó a los jubilados y el interventor del PAMI Horacio Rodríguez Larreta entre 1999 y 2000.
Ricardo López Murphy, de brevísimo paso por el Ministerio de Economía aquel año, hoy es diputado nacional.
La senadora mandato cumplido Hilda «Chiche» Duhalde, otra estrella de la pesadilla del 2001, acaba de postularse como primera candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires en las filas de Juan Schiaretti. «Para gobernar», sostuvo, «habrá que construir mayorías parlamentarias con JxC».
Carlos Pagni (Diario La Nacion) sostiene que el 19 y 20 de diciembre del 2001 fueron la contracara exacta del 17 de octubre de 1945.
Si ese día hizo su irrupción en la arena pública del país el descamisado, el trabajador industrial moderno, vinculado al movimiento obrero organizado, el 2001 marcaría la clausura de esa etapa: lo que aparece son los despojos de una etapa terminada, tan amenazante como su antepasado, pero ahora deshumanizado, sin presente ni, mucho menos, futuro.
Una vez más, ¿es esa degradación atribuible al propio modelo industrializador? ¿Al peronismo? ¿No hubo en el medio plata dulce, tablita, hiperinflación y, por último, convertibilidad?
Toda una batería de políticas económicas disciplinadoras del campo popular, desplegadas a lo largo de dos décadas y media, entre 1976 y 2001, sencillamente no aparecen. Ni se las menciona.
La historia oficial le reconoce a Eduardo Duhalde el mérito de haber sido el piloto de tormentas, el que logró aterrizar la nave de la que después se haría cargo Néstor Kirchner.
Que de inmediato planteó antes que nadie la necesidad de abandonar la convertibilidad, para dejar de cerrar fábricas y empezar a abrirlas, para dejar de multiplicar comedores sociales y volver a compartir la mesa familiar.
La pregunta se impone al discutir sobre esta pesadilla al debatir acerca de convertibilidad y dolarización o, simplemente, al presenciar la represión de Morales: ¿quiénes son los bárbaros?
FUENTE: ¿Hay que ver “Diciembre 2001”, la miniserie de ficción de la plataforma Starplus?