El relato de la vida de José Félix Benito Uriburu ofrece una ventana fascinante hacia la historia política y militar de Argentina y arroja luz sobre las complejidades de la crisis de ideología que persiste en el país hasta el día de hoy.
Uriburu, es un personaje con una intensa formación militar, y encarna la polarización y la lucha de ideologías que han caracterizado a la Argentina durante gran parte de su historia. Su admiración por el modelo alemán y su apoyo a regímenes autoritarios como los de Primo de Rivera y Mussolini reflejan la fascinación que algunos sectores de la sociedad argentina han sentido por sistemas políticos que prometen estabilidad y orden a expensas de las libertades civiles.
José Félix Benito Uriburu, nacido el 20 de julio de 1868 en Salta, quedó grabado en la historia de Argentina como el hombre que desafió, por primera vez, el orden constitucional del país.
En su empeño, Uriburu sostenía que era necesario «salvar a la patria» en honor al heroico pasado de Argentina, que contrastaba con un presente marcado por la corrupción, el desorden y la improvisación.
Tenía una ascendencia que incluía a guerreros de la independencia como el general Arenales y el coronel Evaristo Uriburu, y con su padre habiendo sido gobernador de Salta, José Félix Benito Uriburu tenía un linaje político impresionante. Su carrera militar comenzó como subteniente en el Batallón 1º de Infantería, y fue en su propia casa donde se gestó la Logia 33 Oficiales en 1890, con el objetivo de derrocar al presidente Miguel Juárez Celman. Uriburu se involucró en la Revolución del Parque ese mismo año.
A pesar de que lograron derrocar al presidente, el movimiento fue sofocado, y el vicepresidente Carlos Pellegrini asumió el cargo. Uriburu fue dado de baja del ejército pero se reincorporó en 1891 y fue destinado a una unidad militar liderada por el general Napoleón Uriburu, un pariente suyo.
A lo largo de su carrera militar, Uriburu ocupó varios puestos clave, incluyendo colaborador del presidente Manuel Quintana y participante en la represión de la revolución radical de 1905. Posteriormente, se convirtió en director de la Escuela Superior de Guerra y fue agregado militar en Gran Bretaña y Alemania.
Su experiencia en Alemania dejó una marca profunda en Uriburu, quien abogó por la adopción de un modelo militar similar en Argentina. Su aprecio por lo germánico le valió el apodo de «von Pepe», y se ganó el respeto de los residentes alemanes en Argentina al mantener la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial y emplear a varios militares alemanes después del conflicto.
Sin embargo, esta inclinación hacia Alemania le costó caro en la política argentina. En 1922, su nombre fue eliminado de la lista de candidatos para ocupar el cargo de Ministro de Guerra en el gobierno de Marcelo T. de Alvear debido a la presión ejercida por aliados del presidente electo que favorecían a las potencias aliadas.
Uriburu admiraba los regímenes de Primo de Rivera en España y Benito Mussolini en Italia, creyendo que representaban la paz social y el orden político. A pesar de su involucramiento en política a lo largo de los años, alcanzando incluso una banca de diputado, fue en mayo de 1930 cuando finalmente dio un paso audaz.
En un golpe de estado, Uriburu asumió el poder y disolvió el Congreso. Aunque inicialmente creyó que tenía un fuerte apoyo popular, las elecciones posteriores demostraron lo contrario. A pesar de los intentos de manipulación, los candidatos radicales ganaron en la provincia de Buenos Aires, y Uriburu se vio obligado a anular los resultados y reorganizar su gobierno.
Las tensiones políticas y los levantamientos militares llevaron a una presión política que finalmente lo obligó a llamar a elecciones generales en 1932. Agustín P. Justo se convirtió en su sucesor, y Uriburu vivió sus últimos días en París, donde falleció en 1932.
La crisis de ideología en Argentina no es un fenómeno nuevo y hacen que volvamos a poner el ojo en el pasado para tratar de encontrar respuestas necesarias en el presente.
La pérdida de convicciones e ideologías, es un tema que ha estado presente desde los primeros años de la independencia del país. La lucha entre liberales y conservadores, entre radicales y peronistas, entre nacionalistas y globalistas, ha dado forma a la política y la cultura argentina. Uriburu, en su momento, representaba una visión autoritaria y nacionalista que chocaba con los principios democráticos y liberales de otros sectores.
En la actualidad, Argentina enfrenta desafíos similares en términos de ideología y dirección política. La polarización política, la volatilidad económica y las tensiones sociales son indicadores de una nación en busca de su identidad política y económica. La lucha por encontrar un equilibrio entre las políticas de mercado y la intervención estatal, entre la apertura global y el proteccionismo, es un tema recurrente en la agenda política argentina.
La figura de Uriburu también arroja luz sobre los peligros de la admiración incondicional por modelos extranjeros y la falta de adaptación a las realidades locales. Su afán por imitar el modelo alemán y su distanciamiento de las potencias aliadas durante la Primera Guerra Mundial ejemplifican los riesgos de seguir una ideología sin tener en cuenta las circunstancias nacionales y globales.
Para superar la crisis de ideología actual en Argentina, es esencial buscar un equilibrio entre las diversas corrientes políticas y económicas, y promover un diálogo constructivo que permita abordar los desafíos del país de manera colectiva. La historia de Uriburu nos recuerda que las soluciones extremas y unilaterales rara vez conducen a un futuro próspero y estable. En cambio, la adaptación a las realidades cambiantes y la búsqueda de consenso son fundamentales para encontrar un camino hacia adelante que beneficie a todos los argentinos.