Opinión: Artífices de un fracaso anunciado

La derecha argentina, representada en esta emergencia institucional por el mileismo, representa un peligro para el socialismo en Occidente, más concretamente en América Latina, y sugiere que el pensamiento de Carlos Marx aún persiste. Este pensamiento es similar al de la dictadura militar de 1976, que fue un pacto militar, civil y eclesiástico, aunque la gestión económica estuvo a cargo de Martínez de Hoz en representación de la derecha nacional y de las corporaciones ya establecidas en el país.

Los argentinos, víctimas del genocidio inconfesable, eran el bastión de las ideas de libertad de Occidente. El embate contra el Estado es una de las piezas arqueológicas más notables emitidas en las últimas décadas.

Desde el 10 de diciembre hasta fines de enero, el discurso presidencial se centró principalmente en enmarcar el sentido del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y la Ley Ómnibus, que aún se están negociando. En estos discursos, se resalta que no se reconocen otros intereses válidos más que los de las grandes empresas, sin importar si son nacionales o extranjeras. El bienestar de la sociedad aparece como un subproducto de las ganancias empresariales.

La derecha, aunque no esté formalmente en el gobierno, carece de preocupaciones democráticas y republicanas, a diferencia de los gobiernos anteriores de Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández.

Todavía no se han debatido completamente las inconsistencias de las ideas económicas presentadas por Javier Milei como titular del Ejecutivo argentino, así como la falsedad de los datos históricos citados y el marcado carácter reaccionario de las conclusiones.

El prometido combate contra «la casta» de un gobierno que cuenta con figuras como Luis Toto Caputo como ministro de Economía, Patricia Bullrich como ministra de Seguridad y Mauricio Macri como mentor general, debe expresarse de alguna manera. Todos ellos fueron artífices del gran endeudamiento con el FMI, cuyas consecuencias Alberto Fernández no pudo o no quiso corregir.

EL CONGRESO SE CONVIERTE EN UN NIDO DE RATAS

Sin precedentes en la historia democrática argentina, un presidente elegido por el pueblo afirmó que el Congreso de la Nación, institución fundamental de la democracia liberal y representativa que tenemos, es un «nido de ratas», como lo expresó Milei en Corrientes, con una frase tan exaltada como brutal que debe ser rechazada con firmeza.

La diatriba presidencial de calificar a los legisladores como ratas, describiéndolos como horribles, repugnantes, sucios y corrosivos, es totalmente inapropiada. Marx usó este término bastante, al igual que el de los cerdos, reservando la designación de ratas para los despreciables personajes del lumpenproletariado de París, no para los representantes del pueblo en el Congreso.

En la frase del presidente Milei, las ratas no están solas, vagando por las calles de París o perturbando la paz de las colonias. Milei recurre a una expresión consagrada que no solo se refiere a los diputados y senadores como ratas, sino que también señala al Congreso como el nido que les da cobijo y alimento. Sin embargo, esta vez el insulto no va dirigido a ellos, sino al propio Congreso de la Nación. El Congreso, según él, es un nido de ratas. Este es un insulto grave contra los representantes del pueblo que trabajan en el Congreso y contra el pueblo que los votó. Más que nada, refleja lo que el presidente piensa sobre la democracia y sus instituciones: que el Congreso es el mal, cualquier espacio de discusión donde sus ideas deben enfrentarse con otras perspectivas.

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *