En el primer semestre del año, el Senado de la Nación incrementó sus gastos en viáticos y pasajes un 35% respecto al año anterior, mientras más del 50% de la población vive en la pobreza. El contraste con el veto a la Ley de Movilidad Jubilatoria, que implicaba un modesto aumento de 17 mil pesos, genera indignación.
En medio de una profunda crisis económica que afecta a más de la mitad de la población argentina, el Senado de la Nación ha gastado $2.000 millones en viáticos y pasajes durante el primer semestre de este año, un 35% más que el año pasado. Esto sucede mientras el 52% de los argentinos vive en la pobreza y el gobierno ha vetado la Ley de Movilidad Jubilatoria, que solo ofrecía un incremento de 17 mil pesos en los haberes jubilatorios.
La Cámara Alta, presidida por Victoria Villarruel, ha defendido este gasto millonario, aunque la Secretaría Administrativa del Senado ha reconocido que la información sobre los montos utilizados por Villarruel no ha sido publicada. Además, tampoco se incluye en el informe oficial los pasajes que gestiona la Presidencia Provisional del Senado, a cargo de Bartolomé Abdala (La Libertad Avanza), quien recientemente admitió contar con 13 asesores en San Luis, relacionados con su proyecto para ser gobernador provincial.
Según los datos disponibles, el 40% de los senadores realiza un promedio de dos viajes por semana en vuelos cuyos pasajes están a su nombre y son intransferibles. Respecto a los pasajes que pueden otorgarse discrecionalmente, no se ha proporcionado información sobre los destinatarios.
El gasto también incluye $4,3 millones destinados a cinco viajes internacionales, que cubrieron viáticos, seguros de viaje y, en un caso, el costo del pasaje aéreo. Estos montos, sumados a los sueldos que superan los $7 millones y a los aumentos discrecionales en sus dietas, son vistos como un exceso en un contexto donde millones de argentinos no tienen acceso a necesidades básicas.
El contraste es evidente y genera indignación: mientras el discurso del presidente Javier Milei denuncia a la «casta política», los hechos parecen contradecir sus palabras, convirtiendo sus promesas en una burla para las mayorías. En un país donde los trabajadores, jubilados y niños padecen la crisis económica, estos gastos millonarios resultan un símbolo de la desconexión entre la dirigencia política y la realidad social.