Por Roberto Chuchuy. – La consternación por la muerte del expresidente Néstor Kirchner, tras recientes dos horas del inicio del censo poblacional, se tradujo después en una muchedumbre infinita que no comprendía lo que estaba sucediendo y se agolpó de inmediato en la búsqueda de respuestas que afirmaran que se trataba de una mala broma. Fue real, Néstor nos había dejado. ¿Cómo lo recordamos hoy?
Hace exactamente doce años, Néstor Kirchner era diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires. Néstor era un bonaerense adoptivo. Amaba su provincia natal, que duda cabe, pero un fuerte lazo emocional lo unía a esta otra.
Tiene que haber algo más, algo de carácter emocional, identitario, casi tan fuerte como lo que une al distrito de origen. Y Néstor, al final de su vida política, fue primero candidato y luego diputado por Buenos Aires.
Néstor era orgullosamente pingüino. Lo declaraba en cada oportunidad, lo reivindicaba. Pero es a la vez indudable que la provincia de Buenos Aires lo forjó y dejó en él una huella indeleble y permanente.
Fue en La Plata donde abrazó la política como vocación, como proyecto de vida. Un camino que empezó en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional, una agrupación referenciada en la Tendencia, encuadrado por otro flaco, Carlos Kunkel y nunca abandonó. Fue también donde conoció a Cristina su compañera de toda la vida, con la que forjó su proyecto político, además de su familia.
En esta enumeración hay que incluir también su estilo de construcción y conducción política. Néstor nunca dejó de ser intendente, un gran intendente, tanto que fue después gobernador, presidente y líder regional en el mejor momento del continente, con Lula y Chávez. Pero su estilo -directo, personal, campechano, sin franelas, guante de seda y puño de hierro-, era claramente el que se forma en un municipio, en el llamado “primer mostrador de la política”, ahí donde hay que tener y mostrar músculo, habilidad, liderazgo, porque no hay mediaciones que te protejan. Porque si no te putean. Te morfan.
Tal vez por eso se llevaba tan bien y disfrutaba tanto en compañía de los intendentes bonaerenses, prescindiendo con frecuencia del gobernador de turno. Relaciones no exentas de fricciones, claro, porque hasta eso era parte del juego que más disfrutaba.
Hincha de Racing, claro. Racing Club de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Un club que constituye una forma de vivir, de amar, de disfrutar y de sufrir, todo con la misma intensidad.
Los hinchas de Racing, decía un fanático: el peronismo somos una diáspora: vivimos en distintas localidades, en distintas provincias, hasta en distintos países, pero nos sentimos en casa cuando cruzamos el puente Pueyrredón, cuando caminamos por avenida Belgrano, nos encontramos en la YPF y nos comíamos un choripan en el kiosko.
En Santa Cruz su patria pingüina y sobre su féretro, descansaron con él, pocos objetos. Dos banderas argentinas, una camiseta de Racing y un ejemplar, ya amarillento, de un diario de sus tiempos de presidente, un ejemplar de Página/12, como no podía ser de otra manera, donde rezaba un titular, “Videla: nuestro peor momento llegó con los Kirchner
Aquel 27 de octubre de 2010, día del último Censo Nacional, nos llegó la fatídica noticia. Será inolvidable por generaciones porque murió un gran dirigente, se fue mientras intentábamos saber quiénes y cuántos éramos. Su muerte marcó tristemente.