“Hacemos política para instaurar una forma de participación que nos permita tomar el poder desplazando las corroídas instituciones liberales”.
Mucho se ha hablado de la grieta como una forma de explicar el clima de enfrentamiento que divide a los argentinos presentándola como un elemento negativo que impide los acuerdos básicos que podrían poner en marcha al país. En realidad la grieta es la expresión evidente de una puja que se desarrolla en la historia de los argentinos desde su origen como Nación. Dos proyectos enfrentados que impiden la armonía social del país y la recuperación de la confianza ciudadana.
Los protagonistas son conocidos, por un lado los intereses oligárquicos que pretenden mantener sus privilegios de clase dominante uniéndose para ello con las corporaciones e intereses que dominan al mundo desarrollado; una casta colonial que entrega los factores de poder económicos a cambio de recibir el poder político necesario para poder sustentarse ante un pueblo que los rechaza. Enfrentado a ellos, los que creemos que es posible una Argentina distinta, congruente con las realidades del hombre actual, con una altísima confianza en sus potencialidades naturales y la calidad de sus masa trabajadora, unida indeleblemente a un proyecto de desarrollo independiente.
Sin embargo la lucha para decirlo en términos futboleros, no se desarrolla en la cancha correcta. Estamos enfrentados con los enemigos de siempre pero en la grieta equivocada. Estamos jugando un partido con un reglamento que favorece a nuestros enemigos y con un estilo de juego que garantiza nuestra derrota.
Debemos buscar la cancha adecuada e imponer un reglamento que favorezca nuestro juego y nos permita el triunfo. Se trata entonces de encontrar la grieta buena, es decir llevar ese conflicto permanente, a un campo de lucha donde podamos poner a las fuerzas del campo nacional en un proceso de acumulación de poder. Cómo dice el precepto bíblico, dejar de construir sobre la arena y comenzar a construir sobre piedra. Despacio pero seguro.
1. Recuperar la armonía comunitaria como eje de la lucha anticolonialista
La batalla contra el coronavirus ha despejado las tinieblas de un mundo irreal, construido sobre una ilusión. Un ciudadano alimentado por una manipulación informativa y cultural que le convence de que esa realidad escenográfica es lo lógico, lo necesario, lo legal. Una fantasía sostenida por una enorme industria del entretenimiento y manejo de subjetividades que como una Matrix real alimenta un hombre aislado en estado de hibernación social. Donde no hay lugar para la esperanza de un mundo mejor si no es siguiendo el camino de la meritocracia demostrando ser el más vivo y no el más bueno. Donde no hay lugar para la creatividad. Donde todo es un camino ya transitado, donde solo existe el espíritu de resignación ante la injusticia social cada vez más evidente.
Esa débil escenografía fue despedazada por este virus provocado por la desidia de un desarrollo económico descontrolado que avanza sobre la armonía con la naturaleza como un elefante en un bazar.
Las hecatombes ponen a prueba a las instituciones y la respuesta a la crisis sanitaria mundial demostró que solo tendrán futuro las comunidades que despierten de esta nebulosa y puedan volver a armonizar a los pueblos con sus gobiernos y Estados para dar una respuesta eficiente. Es decir quienes encuentren el camino para una nueva forma de representación ciudadana que permita desarrollar la solidaridad humana y brinde a los gobiernos confianza y autoridad real.
Esto es lo que demuestran palmariamente los resultados ante la crisis de las comunidades asiáticas en general, respecto de los países occidentales.
Se trata de ocultar de cualquier forma la respuesta de estos países a la Pandemia que demostró una armonía entre su comunidad y el Estado que les permitió usar todos sus recursos: los institucionales, como sus sistemas de salud, ejércitos, etc. sumado a los elementos tecnológicos y de comunicación social para revertir la crisis. Sin entrar a debatir los causales de la armonía de estas comunidades (ideológicos, históricos, culturales, filosóficos, religiosos, etc.) lo concreto es que el futuro de los pueblos dependerá de lograr y profundizar esa armonía social y generar Estados con poder real y capacidad de obediencia civil, porque el mundo no se va a simplificar. Las problemáticas sociales y económicas irán en una creciente conflictividad y aceleramiento, acompañando al fenomenal crecimiento demográfico, la diversificación económica, sumado a la explosión geométrica de las comunicaciones y el caudal informativo que generan un mundo cada vez más confuso y complejo.
1.1 La vigencia del pensamiento de Perón
Se hace realidad lo que Juan Perón señalaba hace más de 70 años cuando anunciaba “Los organismos que no evolucionan y no se modernizan -como los cuerpos humanos y en general animales- envejecen y mueren. Para que a las instituciones no les alcance esta ley biológica, deben evolucionar oportunamente o, de lo contrario, desaparecer para dejar el lugar a nuevas fuerzas adaptadas al momento y a la realidad que se vive” (18-1-1945).
La comunidad asiáticas en general parecen haber logrado mantenerse en una evolución progresiva que les ha permitido hoy una respuesta a la crisis sumamente efectiva. ¿Qué pasará con occidente si no comienza a amoldar sus instituciones políticas a las nuevas realidades? También lo explica Juan Perón: “La evolución social de las comunidades nunca puede ser detenida, y cuando esto ocurre, con el correr del tiempo sobrevienen hechos violentos que súbitamente ponen en marcha esa evolución. Estos hechos violentos son las revoluciones.” “La evolución, y no la agonía en esperas inútiles, es el problema del momento. Hoy hay que accionar y el que no acciona queda fatalmente detrás y es arrollado por los acontecimientos posteriores. Es la ley de la vida, la evolución.”
Los hechos acontecidos en Chile y Perú nos demuestran el momento revolucionario que vivimos, donde las comunidades hartas de la falta de respuesta de las instituciones de la democracia liberal comienzan la rebelión. Claro que la incertidumbre es lo primero que esbozan porque los pueblos saben primero lo que no quieren más que lo que quieren, especialmente cuando no poseen las dirigencias políticas que ordenen las rebeldías planteando las alternativas superadoras.
1.2 La involución institucional
También las democracias de los países más desarrollados entran en una involución institucional. Sus ciudadanos han sido infantilizados por el sistema en medio de una descomunal industria del consumismo y las estructuras políticas han acompañado esa circunstancia buscando el voto que les brinde el camino al poder. De esa forma todo el sistema político ha entrado en una espiral involutiva que ha provocado el surgimiento de una dirigencia superficial, inmoral y de poca jerarquía intelectual. La irrupción de los Berlusconi, Macri, Bolsonaro o Trump lo demuestra.
El quiebre entre el Estado y el ciudadano común es consecuencia de formas participativas anquilosadas que se estructuraron para una realidad de hace dos siglos donde los pueblos absolutamente desinformados y analfabetos debían dejar en manos de las dirigencias las decisiones fundamentales. Esa relación distante era además sostenida por el culto a la razón que privilegiaba en el poder a una clase culta, con la información y una educación que les permitía interpretar los problemas y las soluciones. Los pueblos eran espectadores ausentes en esos procesos creativos para diseñar las políticas de sus comunidades.
Los partidos políticos se hicieron cargo de los Estados y la ciudadanía en el mejor de los casos por medio del voto podía elegir las opciones mejores. Pero el mundo cambio y con la aparición de los medios de comunicación masiva comenzó la era de las masas. Los pueblos empezaron a recibir información de manera multiplicada y los desarrollos económicos le abrieron el acceso a la cultura básica. Los pueblos como bien decía Perón hoy están esclarecidos y eso les brinda una potencialidad autodeterminante que las instituciones políticas deben respetar si pretenden recuperar la confianza ciudadana que es la base del poder. Por eso habla Perón de que el peronismo es simplemente una respuesta congruente a las nuevas potencialidades culturales de los pueblos.
Comienza entonces la era de las democracias populares donde se debe romper el verticalismo unidireccional que desde las instituciones del demoliberalismo impide el ascenso de las masas al poder. Las comunidades no se sienten representadas por los Estados y estos lógicamente sin autoridad ni el poder que solo le puede brindar la confianza ciudadana en las instituciones, se transforman en gobiernos aislados y debilitados que no pueden dar respuestas a los graves problemas del mundo actual siendo presa fácil del enorme poder de las corporaciones económicas y financieras que dominan el mundo.
Recomponer la relación de las instituciones políticas con las nuevas potencialidades culturales de los pueblos para lograr recomponer la armonía social, es la prioridad fundamental hoy de las luchas anticolonialistas.
2. La Comunidad Organizada el lugar de reencuentro de todos los argentinos
Cuando hablamos de la Comunidad Organizada estamos promoviendo una representación ciudadana que excede largamente las responsabilidades del ciudadano de las democracias liberales donde solamente puede votar y consumir. Juan Perón consciente de la evolución acelerada del mundo, preveía la necesidad de que el pueblo debía hacerse cargo no solamente de elegir a los gobernantes sino compartir con ellos la creación de las grandes decisiones, haciéndose responsables de las mismas. Solo de esa forma podrían las instituciones políticas lograr una nueva armonía permitiendo una maduración de la cultura social de la comunidad. Es decir que sólo la autodeterminación comunitaria pondría a las instituciones en un proceso de evolución positiva.
Perón planteaba que las nuevas formas de representación debían dar un paso extraordinario que era unir en la acción creativa de la acción de gobierno a las comunidades en su conjunto. Debido al aceleramiento de los tiempos políticos daba por terminada la posibilidad de esa especie de acuerdo entre el elector y su representante, donde se generaba un compromiso detrás de una propuesta programática para ejercer desde el gobierno en el caso de salir victorioso. La velocidad de los acontecimientos impone hoy la necesidad de generar un mecanismo donde el pueblo y sus dirigentes e instituciones políticas vayan creando aceleradamente esas soluciones.
La respuesta de muchas comunidades asiáticas a la pandemia por ejemplo, demuestra que cuando existe un grado de armonía social importante, la comunidad puede dar una respuesta eficaz a los conflictos. Por ejemplo los ciudadanos chinos y de Corea del Sur ven perfectamente bien que el Estado maneje sus datos personales a través de enormes redes de conexión social. Para la gran mayoría de los ciudadanos chinos por ejemplo, ellos son el Estado. Esta unidad entre Estado gobierno y pueblo es la clave para poder enfrentar los poderes colonialistas, que tratan de ahondar esa separación y distancia para evitar la maduración colectiva de los países en vías de desarrollo que significaría su perdición. Por eso cualquier intento de profundizar la participación popular en la acción de gobierno es brutalmente atacada con el consabido discurso de intentos populistas y anacrónicos. La Comunidad Organizada sólo será realidad cuando se recupere esa armonía social entre gobierno estado y comunidad.
2.1 ¿Cómo unir al pueblo con sus dirigencias poniendo en marcha una nueva democracia?
Los ejemplos de los países asiáticos parecen sostenerse con la fortaleza de su basamento espiritual (confucionismo, budismo, etc.) y el prestigio de sus instituciones políticas sostenidas por una experiencia histórica victoriosa, sumado a un desempeño económico arrollador. Claro que queda pendiente como van a resolver los aspectos de la profundización democrática. Una necesidad que vendrá sin duda en el futuro.
En la Comunidad Organizada planteada por Juan Perón, gobierno, Estado y pueblo se encuentran unidos por una unidad conceptual que les permite afrontar un proceso de creatividad común. Es decir que los problemas de la Nación no son problemas que deban resolver solamente los políticos profesionales y sus partidos, sino que la solución debe ser encontrada por el conjunto de la comunidad en un proceso creativo permanente.
Este proceso Perón lo denominó de filosofía de la conducción. Una nueva filosofía de la acción política donde no se puede concebir al ciudadano por separado de sus dirigencias. Una acción política donde las dirigencias conducen al conjunto y que no pueden separarse de él. Las soluciones y hechos concretos de gobierno son pasos en un camino que nunca termina. No provienen de un plan ideológicamente elaborado sino que son la consecuencia de la acción creativa de una comunidad unida por principios y valores comunes, y siempre en marcha.
Esta unidad conceptual se sostiene con una serie de principios doctrinarios que deben forjar el basamento del proceso. Los dirigentes poseen autoridad cuando demuestran la capacidad para plasmar en hechos concretos lo que esa mirada doctrinaria promueve para resolver los problemas de la Nación. La unidad conceptual le permite al dirigente de la comunidad organizada pensar y actuar desde una mirada compartida con su pueblo. Las tres banderas del peronismo cumplen la función similar a los mandamientos cristianos que generan una clara identidad pero que deja abierto el libre albedrío de los ciudadanos.
2.3 El justicialismo: una propuesta para la Nación toda
La propuesta del justicialismo es una alternativa revolucionaria para toda la Comunidad Argentina. No es una visión partidocrática para acceder al gobierno, sino que es una propuesta que involucra a todo los argentinos sin distinción ideológica o partidaria alguna. Cuando Perón lanzó su propuesta de Comunidad Organizada lo hizo como punto de encuentro para toda la Nación sin especulación electoral alguna. Se trataba de encontrar un cauce común a la nacionalidad.
Como referencia histórica podemos bucear en el nacimiento de los EEUU cuando las 13 excolonias británicas no encontraban la forma de profundizar un poder nacional que generara la autoridad como para cobrar impuestos y que eran ampliamente resistidos por ciudadanos de las colonias generándose rebeliones de todo tipo. La construcción de esa autoridad nacional comenzó a forjarse cuando esa revolución pudo crear una fe y una mística nacional renovada. Esta se fue desarrollando cuando todos los ciudadanos se sintieron interpretados en el desarrollo de su Declaración de la Independencia y la composición de su constitución inspirada en la defensa de los derechos individuales del nuevo ciudadano que dejaría atrás el derecho divino de los reyes (más precisamente del rey de Inglaterra).
En los años 50 Juan Perón puso en marcha la despersonalización de la revolución peronista tratando de organizar al Movimiento no desde su liderazgo personal sino desde una nueva institucionalidad. Para ello promovió una unidad conceptual para ordenar las nuevas formas de participación ciudadana que proponía, brindado al ciudadano un nuevo derecho humano: el de crear su propio destino.
Propuso un camino congruente con las nuevas potencialidades culturales de los pueblos desplazando la fe en la razón, propia del racionalismo ilustrado, por una renovada fe en el hombre de pueblo. Promovió al trabajador como reserva de valores éticos y morales capaces de sostener una creatividad comunitaria. Las tres banderas del peronismo se ofrecieron como el camino para brindar un basamento o núcleo de pertenencia común a toda la comunidad más allá de las características ideológicas y partidarias del electoralismo vigente. Por esa razón las tres banderas brillaron en el prólogo de la Constitución Justicialista de 1949.
Sin embargo su propuesta no fue entendida así. Empujada por la prédica destructiva de la oposición política de entonces, se la malinterpretó como una cooptación partidaria y una imposición brutal al conjunto de la comunidad.
Hoy debemos retomar ese sentido revolucionario del justicialismo y promover su propuesta de democracia popular como una alternativa para todos los argentinos. Debemos trabajar en el objetivo fundacional de un gran reencuentro nacional. Debemos promover un acuerdo de todas las fuerzas políticas y sociales que se propongan un objetivo estratégico para la Nación Argentina de acá a 10 o 20 años, alejándonos de la especulación electoralista.
Distintas circunstancias históricas permitieron al peronismo acceder al gobierno. Eso lo obligó a desarrollar instrumentos electorales como el Partido Justicialista. Sin embargo Juan Perón como presidente siempre utilizó todo el poder que le brindaba el Estado para continuar con su plan de instalar una representación ciudadana acorde con el mundo que veía asomar hacia la autodeterminación popular. Su último gran esfuerzo sería El Modelo Argentino, actualización política y doctrinaria enunciada el 1 de mayo de 1974.
El tiempo histórico hizo incomprensible su propuesta y a su muerte el peronismo abandonó su visión de revolución nacional para amoldarse al sistema demoliberal, abandonando el sentido movimientista de su esencia.
2.4 La responsabilidad de la dirigencia peronista
Por eso hoy esta convocatoria a la construcción de una nueva democracia debe empezar prácticamente de cero ya que después de la muerte de Perón, la acción de la feroz dictadura militar y la etapa de las democracias coloniales, provocaron la liberalización aguda de la Argentina.
Debemos volver a los inicios de la revolución justicialista donde desde la Secretaría de Trabajo y Previsión un joven coronel comenzó con la titánica tarea de despertar la conciencia social de los trabajadores argentinos. Retomando ese ejemplo debemos invitar a toda la Comunidad a forjar una nueva democracia que abra el camino de una renovada esperanza nacional.
Tenemos hoy a favor que las tres banderas del justicialismo han sido transformadas con el correr del tiempo en un basamento cultural inamovible de todos los argentinos. Por esa razón todos los dirigentes políticos -inclusive los gorilas que ocultan sus sentimientos antiperonistas- tratan de presentarse como adherentes a estos tres principios fundamentales que representan la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
Sin embargo estos valores fundamentales solo son eficaces cuando representan más allá de un deseo, la articulación de una nueva forma de representación ciudadana.
Por eso la convocatoria popular debe ser acompañada por un enorme y fundamental esfuerzo de prédica y de docencia política que debe comprometer a toda la dirigencia política y sindical del movimiento nacional.
2.5 Dar el ejemplo
Las dirigencias deben entregarse primero a sí mismas como parte de un nuevo núcleo de pertenencia que es la unidad conceptual que brindan las Tres Banderas como garantía de la creatividad común de la comunidad.
Lo primero es explicar a nuestro pueblo que los dirigentes peronistas no hacemos lo que queremos sino que estamos trazados por esos preceptos doctrinarios y por eso nunca iremos en contra de estos tres principios fundamentales.
Es decir que los dirigentes pensamos desde la misma conceptualidad que tiene nuestro pueblo y estos valores son los que nos unen a él. Sin embargo si no lo hacemos explícito y evidente, si no nos entregamos públicamente a esta organización espiritual, asumimos automáticamente el discurso liberal donde la eficiencia de un plan de desarrollo depende solamente de la capacidad técnica de la burocracia política.
Curiosamente dejamos de lado la herramienta fundamental que diferencia la capacidad de la gestión pública peronista de la liberal. Nosotros al llegar al gobierno lo hacemos con un basamento doctrinario que provoca una alta eficiencia en la gestión administrativa del gobierno, ya que todos los peronistas pensamos más o menos igual. También estamos enriquecidos con la experiencia de la acción de nuestros gobiernos anteriores, donde sus funcionarios también veían la realidad con los mismos principios y tenían la misma escala de valores. Toda esa experiencia concretada en teorías de acción de gobierno, económicas, sociales, políticas y leyes de todo tipo, nos permiten tener un basamento sólido desde donde podemos aplicar una acción de gobierno creativa y con gran impulso de ejecución.
Esta unidad conceptual doctrinaria que por ser natural nos parece secundaria, es en realidad la razón fundamental de nuestra eficiencia burocrática. La unidad conceptual del peronismo en la acción de gobierno nos permite diversificar las decisiones colectivas y multiplicarlas en todos los rangos que exige un Estado moderno.
Este basamento doctrinario es el mismo que nos permitiría unir la acción de gobierno con nuestro pueblo, impulsando una convocatoria que nos permita crecer en términos de poder real para poder concretar nuestros planes de desarrollo. Claro que esa unidad solo será posible si pensamos desde el pueblo.
2.6 Recuperar el discurso peronista
No se puede forzar un discurso político. Este debe ser la expresión natural de una serie de convicciones profundas y sinceras.
Si realmente creemos en la eficacia de nuestra doctrina como eje de la creación común; si comprendemos que estos principios son el cauce firme que permitiría darle direccionalidad a una creatividad permanente por parte de la Comunidad y sus instituciones políticas; si tenemos la convicción que respetándolas potenciaremos nuestro libre albedrío y la creatividad necesaria para ir construyendo nuestro destino; si asumimos que en el pueblo trabajador argentino ya existe un basamento ético y moral para sostener una nueva forma de participación ciudadana; si entendemos a las Virtudes del Pueblo como la garantía de un compromiso solidario que está presente especialmente en los sectores más humildes de nuestra comunidad, esperando la institucionalidad correcta para poder ser expresada; si nos sentimos parte de un proceso donde los dirigentes somos simplemente coordinadores de la acción común, de ese enorme potencial y dinamismo que significa un pueblo haciéndose cargo de su historia; si esas convicciones están firmes en nuestras mentes y fundamentalmente en nuestros corazones, el discurso nacional y popular surgirá con naturalidad y sin esfuerzos.
Debemos revalorizar la importancia de nuestra doctrina como herramienta de construcción de un poder político revolucionario y exponer que somos parte de esa organización espiritual colectiva. Las tres banderas no son solamente un lema. Son en realidad el ámbito de encuentro de todos los argentinos para poner en marcha una nueva democracia. Son el basamento espiritual de una comunidad motorizada por una nueva mística solidaria y con una revalorización de la capacidad individual del hombre de pueblo proyectada en una fe colectiva.
3. Un gran acuerdo político nacional como punto de partida
En documentos anteriores expresamos nuestro total apoyo a la convocatoria del presidente Alberto Fernández a la conformación de los consejos socioeconómicos.
Señalábamos la importancia de abrir el ámbito del Poder ejecutivo a las organizaciones libres del pueblo para que junto con el gobierno puedan trazar los compromisos estratégicos de la Nación.
Pero para que estos consejos socioeconómicos puedan crecer y sostenerse en el tiempo como factores de poder reales, debe existir previamente un acuerdo político que genere una corriente autodeterminante que los nutra. Debemos desarticular el electoralismo como única forma de construcción de poder atado a una visión demoliberal de la democracia.
Para que las expresiones sociales como los consejos socioeconómicos -así como también el enorme entramado de expresiones sociales y productivas como cooperativas, organizaciones barriales, fábricas recuperadas y todo el esfuerzo del INAES- puedan encontrar ámbitos de sustento para alimentarse y fortalecerse, debe convocarse a construir un acuerdo con las fuerzas políticas sobre un proyecto de país en el plano estratégico.
Se debe terminar con la idea de que las grandes soluciones de la Nación dependen de la mirada aislada de un partido político, de un frente electoral, o algún caudillismo circunstancial. Un verdadero plan de desarrollo que venza a la mecánica colonialista, solo podrá ser posible con el acuerdo y el esfuerzo para definir un objetivo estratégico común como Nación del conjunto de las fuerzas políticas, económicas y sociales.
Ninguna propuesta de apertura de ámbitos de decisión ejecutiva a las organizaciones libres de pueblo, podrá sostenerse en el tiempo si se mantiene la idea de que la solución depende exclusivamente del partido o expresión política que gane la próxima elección. Si el poder político del Estado se dirime en las elecciones partidarias, los esfuerzos del reencuentro comunitario serán absorbidos por la mecánica del liberalismo colonial. Cómo ocurre desde el regreso de la democracia, todos terminaremos haciendo cola en la coalición política que más nos convenga a nuestros intereses particulares y sectoriales, especulando con el caudal de votos a pescar en una sociedad infantilizada y caprichosa en manos de un materialismo individualista; sopesando posibilidades detrás de los focus group o de los sociólogos de moda y no buscando organizar en un esfuerzo común lo que es mejor para el país.
3.1 La grieta buena y la grieta mala
El concepto de grieta tan instalado últimamente no es malo cuando separa los intentos políticos de poner en marcha una nueva forma de representación ciudadana. Una democracia popular por un lado y los que intentan mantener una forma de participación ciudadana colonial por otro.
Esta es la grieta buena que debemos construir. Una grieta que separe a un Movimiento Nacional que nuclee a todas las fuerzas políticas y sociales que se decidan a tomar el compromiso de definir una nueva Nación, enfrentando las fuerzas de los demócratas liberales como guardianes del privilegio de las oligarquías y corporaciones coloniales.
La grieta mala es la que reduce a la revolución justicialista a ser la alternativa electoral a las fuerzas liberales pero manteniendo las formas participativas del pasado, que impiden el ascenso del pueblo a las grandes decisiones y que congelan la puesta en marcha de un movimiento de liberación.
Esta mirada partidocrática deja al pueblo en la tribuna, como espectador indiferente, incentivando el individualismo disociante. Las OLP pierden su fuerza militante transformándose en ordenamientos de defensa de intereses sectoriales, impidiendo el desarrollo de la ética solidaria que es el sostén fundamental de las organizaciones revolucionarias peronistas.
Ese camino impide el crecimiento de las fuerzas nacionales que solo pueden entrar en una progresión creciente si comienzan a sumar a todas las fuerzas políticas económicas y sociales que quieran sumarse al acto fundacional de una nueva Argentina.
3.2 La democracia integrada y la planificación de gobierno
Cuando Juan Perón regreso a la argentina después de 18 años de exilio, intentó poner en marcha ese gran reencuentro nacional. Lo denominó democracia integrada. Es decir que la compulsa electoral no debía ser entre distintas opciones de gobierno de acuerdo a sus distintas miradas ideológicas, sino que la lucha debía ser entre distintas alternativas pero de un objetivo común previamente acordado.
Un acuerdo que no era un evento coyuntural respetando las instituciones liberales, sino que representaba el punto de inicio de una nueva Democracia. Por eso -como decíamos- acompañó este esfuerzo político con el lanzamiento del Modelo Argentino. Un documento clave donde explicaba que este acuerdo que organizaba las fuerzas políticas y sociales del país, no era un hecho ocasional sino que era un nuevo mecanismo de participación institucional permanente.
La participación política de la comunidad dejaría de ser solamente una compulsa por el acceso al poder, para sostenerse en un diálogo continuo que permitiera ordenar el esfuerzo diario de todos los argentinos.
Ese intento fue acompañado también con el lanzamiento del Plan Trienal porque se debía convocar al conjunto del pueblo como protagonista fundamental para que lo sostenga y nutra.
La puesta en marcha de los consejos y el acuerdo político motoriza a los militantes sociales y sus organizaciones, pero es importante la unión con la comunidad toda para fructificar la intencionalidad. Solo la convocatoria popular puede generar el volumen de adhesión para consolidar políticamente el esfuerzo. Solo el pueblo en marcha puede brindar la potencia y el caudal necesario a la autodeterminación comunitaria.
Para poder convocar al conjunto de los argentinos debemos ordenar los compromisos elaborados y sintetizarlos en un gran plan de trabajo nacional. Un plan que visibilice ese compromiso.
Cuando construimos una casa necesitamos un plano para poder imaginar y comprender el destino final de nuestro esfuerzo diario. Con un plano podemos ordenar nuestros tiempos y corporizar nuestro anhelos y esfuerzos. De la misma forma la planificación de lo acordado expresado en un nuevo plan Trienal o Quinquenal permitirá al pueblo materializarlo, sentirse parte del esfuerzo y sustentarlo.
Se ha escuchado la queja amarga de algunos dirigentes respecto a que en general se habla con apasionamiento de las obras históricas de los planes quinquenales y del Plan trienal y no tanto de las obras generadas en la Década Ganada. Quizás debamos buscar la razón de esta diferencia injusta, en el hecho de que los planes implementados por Juan Perón siempre fueron presentados como consecuencia de un respeto profundo de las tres banderas revolucionarias que lo unían al sentir del pueblo, que de esa forma los tomó como propios.
4. Conclusiones
El peronismo debe poner en marcha nuevamente al Movimiento Nacional, recuperando su sentido revolucionario y propugnando una nueva democracia. Una democracia popular que permita elevar la cultura social de la comunidad, organizando los ascendentes grados de solidaridades: social, nacional y continental.
Debemos apoyar el esfuerzo del gobierno del compañero Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner, no solamente con una agenda de defensa de la acción de gobierno, sino convocando a la militancia a promover una nueva forma de representación ciudadana.
No hacemos política para ser un gobierno nacional y popular en una democracia liberal. Hacemos política para instaurar una forma de participación que nos permita tomar el poder desplazando las corroídas instituciones liberales.
Debemos convocar a todos los argentinos de bien a soñar y planificar una nueva argentina.
Existe una sola grieta válida y es la que separa dos intencionalidades políticas. Los que mantienen el circo de una falsa democracia manteniendo los privilegios de una casta de políticos al servicio de intereses foráneos y corporativos, y los que luchamos para construir una nueva democracia social, popular y participativa que permita al pueblo y a sus organizaciones sociales y políticas, un ascenso pleno a la toma de decisiones consolidando un nuevo compromiso ciudadano.
Hoy como siempre la consigna es una sola: ¡Patria Sí! ¡Colonia No!
(Fuente: Alainet.org)