Especialistas explicaron cuáles serían las consecuencias ambientales que podrían desencadenarse en la provincia de Córdoba y en otras localidades afectadas por los grandes incendios que consumieron gran cantidad de hectáreas. Crecidas e inundaciones, escasez y contaminación del agua para consumo, pérdida de economías campesinas y sus alimentos asociados, y una mayor vulnerabilidad para la salud colectiva son algunas de las problemáticas que ya se vislumbran.
El geógrafo Joaquín Deón (Conicet) explica que “de siete macro-cuencas que tiene la provincia, cinco se han quemado en casi un cuarenta por ciento”. Según los primeros análisis, por ejemplo la del río Suquía, del embalse hacia abajo se quemó en más de 65 por ciento, y en la del río Cruz del Eje se afectó prácticamente en su totalidad. Otro tanto ocurrió en Traslasierra, y en los ríos Cuarto y Quinto.
“Cuando se queman las cuencas, y encima durante varios años seguidos como viene pasando, vienen las primeras lluvias y se genera una escorrentía superficial muy fuerte hacia los cauces, estos se colma tan de cenizas y de sedimentos, y el agua se vuelva intomable”, apunta Deón. Por otra parte, y en base a la experiencia reciente, “las inundaciones llevan a que haya mayor cantidad de agua presente en los cauces, mayor velocidad de arrastre, y mayor nivel de destrucción, con los costos en vidas humanas que eso tiene”. El investigador enfatiza que derivado de la destrucción de ecosistemas, “Córdoba alteró la periodicidad de las crecidas”. Si históricamente se daban cada 32 años, después eso ocurrió cada 14 años, luego cada siete, y pasamos a tener en 2008, 2012, 2014, 2015 y 2016. “Las cuencas están tan dañadas que las inundaciones son cada vez más frecuentes”.
El geógrafo remarca que además, “el arrastre de las crecidas hace que el agua no quede en el subsuelo, y la disponibilidad en las cuencas bajas sea cada vez menor”. Un problema que se evidencia en los diversos proyectos en trámite para trasvasar agua entre diversas cuencas, incluso para traer agua desde otras provincias. “Las comunidades locales están teniendo que buscar agua en lugares cada vez más lejanos con obras costosísimas, cuando lo necesario es cuidar las cuencas serranas”. Deón sostiene que “con los incendios, el camino del agua que hacen las cuencas, con los bosques nativos de esponja, se destruye y se está convirtiendo en un tobogán producto del negocio de unos pocos”, en referencia a proyectos inmobiliarios, mineros, agrícolas y megaturísticos.