El domingo pasado el pueblo chileno salió a las calles para emitir su voto y manifestarse a favor de redactar una nueva Constitución Nacional, con lo que se abre el tan ansiado proceso de cambiar la Constitución de 1980. El apoyo al plebiscito fue masivo, con más del 95% de la votación escrutada, la opción “Apruebo” consiguió el 78,20 % de los sufragios.
“Lo que ocurrió en Chile es algo que se veía venir y que necesitábamos. Económicamente las desigualdades eran espantosas, una minera que facturaba millones o una empresa de una gran cadena de supermercados, de repente terminaba pagando menos impuestos que un quiosco de la esquina”, expresó un periodista chileno radicado en Salta, Juan Antonio Abarzúa, en entrevista para el Programa Convicciones Políticas, emitido por la señal de Canal 2 y en Co producción con El Cronista de Salta.
“La gente se fue dando cuenta de que estábamos viviendo una realidad que no existía, la Constitución fue redactada por un organismo pinochetista y había beneficios inconmensurables a los grandes capitales y a las grandes empresas. La gente se dio cuenta que esto ya no podía seguir así”, comentó Abarzúa.
El inicio de la más importante de las modificaciones: El pueblo dijo Basta
“Estuve para el 18 de octubre pasado en Santiago de Chile y cuándo fue el estallido social y la gente salió a las calles. Estuve en todas las plazas y parques, donde todas las clases sociales se reunieron para protestar y exigir una reforma de la Constitución de Chile, que reduzca las diferencias o iguale las condiciones entre uno y otro”, relató el periodista.
Un grupo de jóvenes estudiantes se rehusaron a aceptar los aumentos en el pasaje del metro y en autobuses y para el 18 de octubre el reclamo se replicó en distintos puntos del país. El crecimiento en apoyo por parte de la ciudadanía daba cuenta que las protestas iban mucho más allá que el sólo precio del transporte: Las manifestaciones eran símbolo del cansancio de la ciudadanía ante la carestía y las desigualdades de un país que los gobiernos neoliberales observaban como ejemplo a seguir.
El presidente Piñera respondió declarando un estado de emergencia y toque de queda a partir de las seis de la tarde, sin embargo, miles y miles de personas se concentraron en centros clave de las ciudades y exigieron la dimisión del presidente.
La peor de las pesadillas de los chilenos volvió a las calles cuando el presidente Piñera anunció que los disturbios eran “una guerra” y autorizó la salida de las fuerzas del Ejército de Chile a las calles, una imagen frecuente durante la dictadura de Pinochet.
“El presidente después salió diciendo “Estamos en guerra”, esto le molestó demasiado a la gente porque no estábamos en guerra con nadie. Estábamos haciendo una protesta pacífica. Cerca de la casa de mi familia en Chile hay una plaza muy bonita y la gente salía a las calles, de todas las clases sociales y dejaban la plaza, absolutamente limpia. No estábamos en guerra”, sostuvo Abarzúa
Las fuerzas arrasaron violentamente en contra del pueblo, sin distinción de niños, mujeres o ancianos. Las redes sociales explotaban en denuncias sobre muertos, desaparecidos e incontables heridos durante las protestas, sin embargo, el pueblo no cedió ante la desigualdad y la humillación.
El nuevo paso es redactar la constitución
Lo que viene son las elecciones de los ciudadanos que integrarán la Convención Constituyente el 11 de abril de 2021. Luego vendrá la redacción de la Constitución con un plazo de nueve meses, renovable por tres más. Finalmente habrá un plebiscito ratificatorio “de salida” durante 2022.
“El nuevo paso es redactar la Constitución y ahí tendrá que votar el pueblo para ver si la acepta. Estamos todos encaminados en esta nueva ruta, en la que queremos llegar todos los chilenos, queremos borrar toda huella dejada por Pinochet”, finalizó el periodista Abarzúa.