La investigadora del Conicet y del IDAES.Universidad nacional de San Martín Isabella Cosse se refirió a la representación de la historieta de «Mafalda” y cómo se involucró en la historia política y social de la Argentina. A dos meses del fallecimiento de Quino, el creador de la tira, Mafalda mantendrá vigente su legado.
«Mafalda», la tira de Quino que hace más de 55 años comenzó a interpelar las consignas de una época con una sagacidad que desbordó la temporalidad, reviste desde hace décadas como un mito imperecedero en la memoria social, aunque con la muerte del dibujante, hace dos meses, se perdieron las ocasionales reactualizaciones que ponían al personaje en diálogo con nuevos contextos, pese a que «la resignificación nunca fue monopolio del creador», analiza Isabella Cosse, autora del ensayo «Mafalda: historia política y social».
Isabella Cosse, investigadora de CONICET-Universidad de Buenos Aires y del IDAES-Universidad Nacional de San Martín, en entrevista con Telám, desandó cada una de la configuraciones sociales que puso en circulación la creación de Quino y rastreó su impacto global en «Mafalda: historia social y política», un ensayo que a dos meses de la muerte del dibujante -el pasado 30 de septiembre- acaba de reeditar el Fondo de Cultura Económica.
«Quino siempre vivió con cierta ambigüedad el hecho de que su historieta ya no le pertenecía por completo. Por un lado, le era difícil notar que los y las lectoras la creían, la creen, propia y piensan que no hay nadie mejor que ellos para interpretarla. Podemos ver una imagen de Mafalda en innumerables sitios, proclamas, edificios. Por el otro lado, la riqueza –el valor de la historieta- anida en esa capacidad de ser apropiada, resemantizada», explica Cosse.
La investigadora remarcó la impronta de su creador y sostuvo que “El personaje –la historieta- se vuelve su legado. Su obra perdurará en el tiempo por su propio valor, por su importancia artística y por su significación social. (…) Quino tenía una observación incisiva –punzante, obsesiva- y trabajaba con ella para crear sus argumentos y sus personajes. Publica el mismo día del golpe de estado de 1966, llevado a cabo por el general José Carlos Onganía, una caricatura en que Mafalda mira al lector y se pregunta «¿y aquello que nos enseñaron en la escuela?». Ese «aquello que nos enseñaron en la escuela» aludía justamente a los contenidos democráticos que habían puesto con este nombre los militares que habían derrocado al general Perón, y que además iban a ser de nuevo violentados con ese nuevo golpe de Onganía. Esta enorme ironía es un interrogante que podían comprender en estos términos exclusivamente quienes habían sido los coetáneos de este proceso.
Éste fue un elemento muy central que hizo de Mafalda un emblema antiautoritario y que le dio enorme popularidad”.
Cosse relató que en estos momentos de crisis para el país había quienes colocaban tiras recortadas del diario en las paredes, en los negocios y la historieta era referida por la prensa para demostrar la existencia de la confrontación contra el nuevo gobierno.
“En estos momentos Quino profundiza en componentes vinculados con la lucha contra la censura. La propia sopa por ejemplo, que es otro elemento en el cual lo privado y lo cotidiano asumen sentidos políticos, representa, diría Quino, aquellas cosas que nos hacen tomar a pesar nuestro, representando de alguna manera el autoritarismo. Es decir, hubo un juego de ida y vuelta entre el ascenso de la violencia y las argumentaciones –las preguntas abiertas- por Mafalda. (…) Releí toda la serie del vínculo de los personajes con la policía y es muy interesante porque está estrechamente vinculado a las revueltas del 69 en Argentina que culminan con el afiche sobre el «palito de abollar ideologías». Esa composición tuvo enorme importancia política –incluso sigue teniendo porque sigue estando presente en manifestaciones estudiantiles”, explicó.
Cosse asegura que las manifestaciones de “Mafalda” durante el golpe de Estado de 1976 ese sentido anti-autoritario era parte sustancial del pacto de lectura entre la historieta y sus lectores y lectoras. Entonces, el acto de leerla durante la dictadura tuvo sentidos políticos, digamos, permitía revivir, compartir, una sensibilidad contestataria en la antítesis del proyecto autoritario”
Finalmente, la investigadora concluyó que para su autor, Mafalda seguía vigente porque los problemas que el personaje denunciaba y que eso lo apenaba.
“Él (Quino) trabajó especialmente sobre cuestiones emergentes en los 60 –las confrontaciones feministas, la centralidad de los jóvenes contestatarios, las contradicciones abiertas por las transformaciones socioculturales- y trabajó sobre dilemas universales –la lucha de los débiles contra los ricos, las confrontaciones entre padres y madres con su prole, la guerra y la paz- que, en efecto, perduran. Por supuesto, que había tiras sobre la coyuntura que han ido quedando, incluso, como expresión de ese momento: por ejemplo muchos padres o madres le enseñan a sus hijos lo que era una radio a partir de la historieta y muchos profesores hacen lo mismo usando, por ejemplo, las referencias al Tercer Mundo. Al pintar su aldea con tanta densidad, con tanta riqueza, al trabajar con ese humor abierto, que exige que quien lee complete su sentido, esa línea gráfica tan propia, Quino hizo un clásico”, finalizó.
La investigadora
del Conicet y del IDAES.Universidad nacional de San Martín Isabella Cosse se
refirió a la representación de la historieta de «Mafalda” y cómo se
involucró en la historia política y social de la Argentina. A dos meses del
fallecimiento de Quino, el creador de la tira, Mafalda mantendrá vigente su
legado.
«Mafalda», la tira de Quino que hace más de 55 años comenzó a
interpelar las consignas de una época con una sagacidad que desbordó la
temporalidad, reviste desde hace décadas como un mito imperecedero en la
memoria social, aunque con la muerte del dibujante, hace dos meses, se
perdieron las ocasionales reactualizaciones que ponían al personaje en diálogo
con nuevos contextos, pese a que «la resignificación nunca fue monopolio
del creador», analiza Isabella Cosse, autora del ensayo «Mafalda:
historia política y social».Isabella Cosse,
investigadora de CONICET-Universidad de Buenos Aires y del IDAES-Universidad
Nacional de San Martín, en entrevista con Telám, desandó cada una de la
configuraciones sociales que puso en circulación la creación de Quino y rastreó
su impacto global en «Mafalda: historia social y política», un ensayo
que a dos meses de la muerte del dibujante -el pasado 30 de septiembre- acaba
de reeditar el Fondo de Cultura Económica. «Quino siempre vivió
con cierta ambigüedad el hecho de que su historieta ya no le pertenecía por
completo. Por un lado, le era difícil notar que los y las lectoras la creían,
la creen, propia y piensan que no hay nadie mejor que ellos para interpretarla.
Podemos ver una imagen de Mafalda en innumerables sitios, proclamas, edificios.
Por el otro lado, la riqueza –el valor de la historieta- anida en esa capacidad
de ser apropiada, resemantizada», explica Cosse.La investigadora remarcó la
impronta de su creador y sostuvo que “El personaje –la historieta- se vuelve su
legado. Su obra perdurará en el tiempo por su propio valor, por su importancia
artística y por su significación social. (…) Quino tenía una observación
incisiva –punzante, obsesiva- y trabajaba con ella para crear sus argumentos y
sus personajes. Publica el mismo día del golpe de estado de 1966, llevado a
cabo por el general José Carlos Onganía, una caricatura en que Mafalda mira al
lector y se pregunta «¿y aquello que nos enseñaron en la escuela?».
Ese «aquello que nos enseñaron en la escuela» aludía justamente a los
contenidos democráticos que habían puesto con este nombre los militares que
habían derrocado al general Perón, y que además iban a ser de nuevo violentados
con ese nuevo golpe de Onganía. Esta enorme ironía es un interrogante que
podían comprender en estos términos exclusivamente quienes habían sido los
coetáneos de este proceso.
Éste fue un elemento muy central que hizo de Mafalda un emblema antiautoritario
y que le dio enorme popularidad”. Cosse relató que en estos
momentos de crisis para el país había quienes colocaban tiras recortadas del
diario en las paredes, en los negocios y la historieta era referida por la
prensa para demostrar la existencia de la confrontación contra el nuevo
gobierno.“En estos momentos Quino
profundiza en componentes vinculados con la lucha contra la censura. La propia
sopa por ejemplo, que es otro elemento en el cual lo privado y lo cotidiano
asumen sentidos políticos, representa, diría Quino, aquellas cosas que nos
hacen tomar a pesar nuestro, representando de alguna manera el autoritarismo.
Es decir, hubo un juego de ida y vuelta entre el ascenso de la violencia y las
argumentaciones –las preguntas abiertas- por Mafalda. (…) Releí toda la serie
del vínculo de los personajes con la policía y es muy interesante porque está
estrechamente vinculado a las revueltas del 69 en Argentina que culminan con el
afiche sobre el «palito de abollar ideologías». Esa composición tuvo
enorme importancia política –incluso sigue teniendo porque sigue estando
presente en manifestaciones estudiantiles”, explicó. Cosse asegura que las
manifestaciones de “Mafalda” durante el golpe de Estado de 1976 ese sentido
anti-autoritario era parte sustancial del pacto de lectura entre la historieta
y sus lectores y lectoras. Entonces, el acto de leerla durante la dictadura
tuvo sentidos políticos, digamos, permitía revivir, compartir, una sensibilidad
contestataria en la antítesis del proyecto autoritario”Finalmente, la
investigadora concluyó que para su autor, Mafalda seguía vigente porque los
problemas que el personaje denunciaba y que eso lo apenaba. “Él (Quino) trabajó
especialmente sobre cuestiones emergentes en los 60 –las confrontaciones
feministas, la centralidad de los jóvenes contestatarios, las contradicciones
abiertas por las transformaciones socioculturales- y trabajó sobre dilemas
universales –la lucha de los débiles contra los ricos, las confrontaciones
entre padres y madres con su prole, la guerra y la paz- que, en efecto,
perduran. Por supuesto, que había tiras sobre la coyuntura que han ido
quedando, incluso, como expresión de ese momento: por ejemplo muchos padres o
madres le enseñan a sus hijos lo que era una radio a partir de la historieta y
muchos profesores hacen lo mismo usando, por ejemplo, las referencias al Tercer
Mundo. Al pintar su aldea con tanta densidad, con tanta riqueza, al trabajar
con ese humor abierto, que exige que quien lee complete su sentido, esa línea
gráfica tan propia, Quino hizo un clásico”, finalizó.