Por Raúl Ramírez
OPINIÓN | Uno de los argumentos que tradicionalmente ha utilizado la fuerza política fundada por Mauricio Macri para presentarse ante la sociedad es su especial interés por el “Diálogo”.
Lo usó en su publicidad y en el discurso de sus candidatos desde su creación y en cada campaña electoral, hasta la recientemente terminada.
El Diálogo, como búsqueda de consensos, como interés en la opinión del otro, como camino para superar enconos. Casi una respuesta a la visión de aquellos que se preocupan porque “los políticos se pelean”.
Claramente, es mentira. Un argumento de propaganda creado por una agencia de publicidad, un argumento del mismo tipo del que se usa para vender un jabón de lavar o un chicle, sin ninguna relación con las características del producto, pero apuntando a expectativas y deseos del comprador, en este caso el votante.
Desde ya que el diálogo y el consenso tienen un techo aún en la mejor actividad política, porque quién tiene la responsabilidad de gobernar agotada la etapa del intercambio de ideas, tiene que ejecutar y si ha construido las mayorías necesarias deberá hacerlo aunque algunos participantes del diálogo no queden conformes.
Pero en Cambiemos, o en Juntos o como se llamen en el futuro los mismos de siempre, se exagera: solo dialogan entre ellos, y tomada la decisión, sobre todo si es contraria a los intereses de la mayoría, la tomarán igual, si es preciso entre gallos y medianoche.
Todo esto viene a cuento porque el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta ha utilizado su mayoría amplia en la Legislatura para imponer una privatización de hecho de la costa del Río de la Plata, que será utilizada para un gran proyecto inmobiliario, uno más de los que encara desde que asumió y se puso a vender espacios públicos mientras con hipocresía habla de “Ciudad Verde”. En este caso mediante la construcción de edificios de alta gama, que se van a interponer entre la gente y la costa del río. Y lo hizo luego de dos audiencias públicas en las que más del 90% de los que concurrieron a expresar sus opiniones lo hizo oponiéndose al proyecto. Un diálogo sí, pero un diálogo de sordos en el cual la decisión ya estaba tomada y la opinión mayoritaria fue ignorada. Claro, se podrá señalar que lo que importa es el resultado de las elecciones y si Larreta tiene los votos suficientes en la Legislatura es porque los ciudadanos de la ciudad lo votaron.
Es cierto, aunque también lo es que las campañas electorales basadas en no decir nada, en mostrar sonrisas e invocaciones vacías suelen servir para vender estos resultados: la ciudad más rica del país sigue siendo cada vez más inequitativa, el Instituto de Vivienda no construye una casa hace más de una década (fuera de erradicación de villas), los asalariados no pueden comprar una vivienda ni en sueños, los alquileres están por las nubes y mientras tantos Larreta usa los recursos de todos para construir barrios de lujo en las mejores zonas de Buenos Aires.
Parece no estar solo en sus esfuerzos por convertir a la capital de la Nación en una inmobiliaria a cielo abierto: para concretar el proyecto de Costa Salguero requiere la complacencia de la Nación, a través de AySa, la empresa estatal proveedora de agua potable y servicios cloacales, que presiden Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa. Y del Secretario de Infraestructura y Recursos Hídricos de la Nación del gabinete de Alberto Fernández. Sin el acuerdo de ellos no se podrían desviar recursos originalmente destinados al saneamiento del Riachuelo para las obras que permitirán dotar de agua y cloacas al megaemprendimiento de Rodríguez Larreta.
No solo está blindado por los grandes medios (y también por algunos presuntamente oficialistas) el futuro candidato presidencial opositor, sino que como se ve, también tiene amigos, o al menos interlocutores comprensivos, en el oficialismo.
Con esos bueyes ara la gestión del Gobierno. El próximo viernes 10 los dos integrantes de la fórmula presidencial se reencontrarán en un escenario, en la Plaza de Mayo, en los festejos por un nuevo aniversario del reencuentro democrático de 1983. Se anuncia la presencia de Lula, el líder brasileño, que busca volver a la presidencia de nuestro gran vecino y socio comercial. Que haya otras razones para festejar, con motivo de anuncios de medidas concreta, que sean algo más que aspirinas, es uno de los generadores de expectativas con respecto al mitin. La posibilidad de escuchar la palabra de Cristina, que siempre genera repercusiones entre amigos y adversarios, también. Mientras tanto el equipo económico intenta cerrar un acuerdo con los equipos técnicos del Fondo Monetario en Washington, y a los analistas económicos más comprometidos con el éxito de la gestión oficial les cuesta imaginar alternativas que permitan combinar una recuperación del deprimido ingreso de las familias argentinas con el paquete de medidas fiscales, impositivas y económicas que previsiblemente intentaran imponer los negociadores del Fondo, será bueno tener presenten que en esas en apariencia áridas negociaciones se juega el futuro concreto de millones de argentinos.
Aunque quizás este futuro haya empezado a definirse, irremediablemente, cuando se confió el manejo del Estado en 2015 a un conjunto de depredadores. Habrá que ver si para eso hay remedio…