En un espectáculo de arrogancia política, el autoproclamado defensor de la libertad económica, José Luis Espert, más conocido como Milei, ha desatado una nueva ofensiva contra los cimientos mismos de la sociedad trabajadora.
En su reciente discurso ante la Asamblea Legislativa, el presidente reafirmó su despiadado plan de austeridad, presentándolo como un acto de virtud, mientras oculta descaradamente la carga de este ajuste sobre las espaldas de las mayorías.
Bajo el velo de una retórica populista, Milei ha lanzado un conjunto de leyes que él llama «anticasta», apuntando sus dardos hacia políticos, sindicalistas, jueces, legisladores y periodistas.
Esta táctica demagógica busca distraer a la opinión pública de su verdadera agenda: despojar al pueblo de sus derechos y dignidad.
Al final de su discurso, propone un «pacto» que no es más que una estrategia para imponer su plan sin oposición, ofreciendo migajas fiscales a cambio de la sumisión total.
Es evidente que Milei se comporta como un monarca moderno, amenazando con legislar por decreto si no obtiene la aprobación que exige.
Sin embargo, el pueblo no se quedó de brazos cruzados ante esta afrenta a su bienestar. Las calles han sido testigos de una jornada de protestas, manifestándose en la Plaza de los Dos Congresos con el simbólico gesto de los «molinetazos», una expresión de descontento que ha resonado con fuerza en toda la nación de quienes entienden que la demagogia de Milei solo sirve para empobrecer al pueblo.
La resistencia ciudadana debe permanecer firme ante este intento de subyugación, defendiendo los derechos y la dignidad de todos los trabajadores.
El verdadero progreso no puede construirse sobre las espaldas de los más vulnerables, sino sobre la justicia social y una economía, con todos las y los argentinos adentro, para fortalecer una sociedad justa y equitativa.
