No hay nada para festejar. Asistimos a una época de cambios donde lo que está en crisis es el asunto de la verdad y, por lo tanto, de la confianza y la credibilidad de los medios. Antes, era sinónimo de verdad comprobada. Esto ya no es así, se sabe que los grandes medios, diarios mienten y manipulan, entonces el hombre y la mujer común están muy desamparados.
Los que amamos el periodismo y creemos que es muy importante para la democracia tenemos que seguir peleando en ese sentido, buscar la forma de conquistar la credibilidad del oyente o lector. Así como las redes y los medios son una herramienta para la mentira y para la difamación o para la deformación, también puede ser una herramienta para el otro, para luchar por la verdad, la justicia y un mundo mejor.
Presenciamos en los medios las consecuencias de su vaciamiento y el desfinanciamiento por parte de un gobierno tiene un plan privatizador o de financiarización de la política y de la economía argentina que incluye enriquecimiento privado, tiene necesariamente que atacar al Estado.
Si hay medios que van a vigilar que eso no suceda, que haya una mejor distribución de la economía, que no haya crecimiento de la pobreza y de la desocupación, son los medios de comunicación públicos.
El ataque es censura, cerrar de la información. En relación a la agenda internacional, históricamente se intentó encubrir lo que pasa afuera por decisión de Estado. En los noventa esto fue muy claro, se creía que la necesidad de privatizar y flexibilizar en términos laborales era tema de los argentinos porque “éramos corruptos”, cuando el neoliberalismo es un movimiento mundial, ahora nacional y provincial.