EL DISCURSO DEL ODIO MANTIENE VIVO AL MILEINISMO

Estamos frente a una sociedad que, durante una campaña electoral y tras ganar las elecciones, eligió propuestas basadas en explícitos discursos de odio, frente a todas las alternativas de construcción democrática. Esto se evidencia en algunos de los discursos en vivo que Javier Milei utilizó durante su campaña, los cuales se complementaron con la violenta imagen de una motosierra en mano.

“La casta que empobrece a los argentinos se compone de los políticos ladrones”, afirma Milei, aunque no especifica quiénes, y ataca a los kirchneristas, los empresarios prebendarios, los sindicalistas y los partidos de izquierda, catalogándolos como comunistas, a pesar de que el comunismo prácticamente no existe en la actualidad.

Entre sus declaraciones más polémicas, Milei ha dicho:

  • “El Estado es una organización criminal violenta que vive de una fuente coactiva de ingresos llamada impuestos, y por lo tanto, los impuestos son un robo. Cualquier iniciativa que busque bajar impuestos, la voy a apoyar”.
  • “Entre la mafia y el Estado, prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos. La mafia cumple. La mafia no miente. La mafia compite”.
  • “Amo ser el topo dentro del Estado; soy quien lo destruye desde adentro, como si estuviera infiltrado en las líneas enemigas”.
  • “El Estado es como un pedófilo en el jardín de infantes, con los niños encadenados y bañados en vaselina”.
  • “Una empresa que contamina el río… ¿dónde está el daño? El problema es que no se define bien el derecho de propiedad. Esa empresa puede contaminar el río todo lo que quiera”.
  • “La venta de órganos es un mercado más. ¿Por qué no puedo disponer de mi cuerpo? Que el Estado me esclavice, pero si yo quiero disponer de cualquier parte de mi cuerpo, ¿cuál es el problema?”

A pesar de lo controvertido de estos discursos, después de nueve meses de su gobierno, Milei aún conserva un elevado nivel de aceptación social. Según Synópsis, al 23 de agosto, se estimaba un nivel de aceptación del 42,1% y un rechazo del 49,6%. Atlas Intel, a 100 días de su gobierno, estimaba una aceptación del 43,5% y un rechazo del 45,1%, a pesar del violento aumento del desempleo, la pobreza, la indigencia y el hambre en el país. Esto es consecuencia de la caída de las jubilaciones, de la actividad económica, especialmente en el sector industrial, de la reducción de la inversión en educación, ciencia y tecnología, y del desmantelamiento de derechos humanos, de género y de las minorías.

Para ilustrar la situación de pobreza en nuestra sociedad, los datos del INDEC sobre el empleo muestran que, entre el último trimestre de 2023 y el primero de 2024, la desocupación abierta (sin incluir la subocupación) aumentó del 5,7% al 7,7%, afectando a más de 1,7 millones de personas. Según la UCA, en ese mismo período, la pobreza alcanzó al 55,5% de la población y la indigencia al 17,5%. La inseguridad alimentaria en áreas urbanas, relevada por la encuesta del ODSA-UCA, afecta al 24,7% de las personas, al 20,8% de los hogares y al 32,2% de los niños, niñas y adolescentes.

Las pasiones tristes

Para entender este fenómeno, es importante considerar dos aspectos: el primero es el predominio de las pasiones tristes en una sociedad desigual, que llevan a la frustración y el resentimiento, desalentando la lucha por una sociedad mejor; el segundo es que muchos han perdido la esperanza debido al incumplimiento de las promesas de la campaña electoral de 2019 por parte del gobierno de Alberto Fernández.

En nuestro país, las pasiones tristes, como el odio, la ira, la envidia y el resentimiento, circulan sin resistencia a través de discursos, fake news y el ocultamiento de realidades que los poderes fácticos no quieren mostrar. Este flujo de información circula tanto por redes sociales como por medios radiales y televisivos, incluyendo noticieros y programas de opinión.

Estas pasiones generan reacciones contra lo que se percibe como injusto, pero, en lugar de dirigirse a quienes originaron esas injusticias, se vuelcan contra los más pobres y desempleados, a quienes se les tilda de inútiles o vagos; y contra los políticos, señalados como corruptos. Más vagamente, también se culpa a “la casta”, a la que se le adjudican todos los males.

El negacionismo

Los discursos negacionistas siempre han existido, pero su impacto se vio incrementado por los efectos de la pandemia y el mal manejo de esta por el gobierno de Alberto Fernández. Episodios como la fiesta en Olivos, junto con la insuficiente asistencia económica a los sectores informales, que quedaron fuera de las medidas oficiales, generaron un profundo resentimiento hacia los beneficiarios de planes sociales.

La patria es el otro

Mientras que emociones como la admiración, el amor, el deseo y la alegría nos impulsan a lograr lo mejor para nosotros y para los demás, tal como lo expresa la consigna “la Patria es el otro”, las pasiones tristes, en combinación con las fake news, el negacionismo y los discursos de odio, han generado en muchos un deseo de que los demás sufran lo mismo que ellos. Este sentimiento ha llevado a una parte importante de los sectores más desprotegidos y desesperanzados a aliarse con las minorías que siempre actuaron en contra de los intereses populares. Estas minorías, que hasta ahora nunca habían alcanzado el poder por medios democráticos, ahora lo han logrado a través de discursos violentos y explícitas amenazas, como la de la motosierra.

Los discursos de odio y las difamaciones han existido siempre, pero tras el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, se han convertido en la herramienta principal y más eficaz de los poderes económicos concentrados.

Para demostrar que estos discursos de odio siempre existieron, basta recordar los eventos de la Semana Trágica, las masacres de la Patagonia Rebelde y, más adelante, el anti-peronismo, que impulsó y respaldó los bombardeos a Plaza de Mayo, los fusilamientos en los basurales de León Suárez, el plan CONINTES y la represión sistemática de la dictadura cívico-militar, que dejó un saldo de 30.000 desaparecidos.

Aunque duela decirlo, ante la falta de esperanza en un futuro mejor, gran parte de los sectores populares se unieron a estas minorías, permitiéndoles obtener una victoria electoral.

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