Este miércoles pasado, hemos sido testigos de una movilización más, en reclamo de derechos que nos van usurpando en lo social, económico y cultural, para transferir los recursos a los factores de poder internacionales que nos vienen sometiendo desde 1955.
Varios cientos de miles de personas se han movilizado a lo largo de nuestro país, a pesar de las amenazas de duros protocolos de la ministra de Seguridad.
Presumo que algo se está incubando en la conciencia de nuestro pueblo, algo que está diciendo basta de saqueo, basta de impunidad. Es cierto que 16 millones de personas votaron por el actual presidente, Javier Milei, con un argumento que engañó a muchos, al menos al 50 % de sus votantes, que ahora se ven defraudados, pero es tarde.
Como en un embarazo, llegamos a los 9 meses de gestión desastrosa, donde no hay un solo índice que haya mejorado la condición de los ciudadanos argentinos. Se avecina el parto político, y depende de nosotros. Se está incubando un escenario de protesta.
Nadie puede olvidar el 17 de octubre de 1945, cuando el pueblo recuperó su gobierno. Los ejemplos son muchos: el Cordobazo del 29 de mayo de 1969, que puso fin al gobierno de Onganía; las Marchas de Pan y Trabajo, con los gremialistas Saúl Ubaldini y Andrés Rodríguez; el 20 de diciembre de 2001, con numerosos muertos, entre ellos Kosteki y Santillán, que precipitaron la caída del gobierno radical de Fernando de la Rúa.
Tampoco podemos olvidar la muerte de Néstor Kirchner el 28 de octubre de 2010, quien devolvió la dignidad perdida en la década del 90.
Igualmente, recordamos con orgullo los triunfos de Lula y Evo Morales como ejemplos en América.
Todas estas fechas memorables para el campo nacional y popular nos llenan de orgullo, y hoy, en esta última movilización de estudiantes, docentes, trabajadores de Aerolíneas Argentinas, del CONICET y del Hospital Garrahan, seguimos esa tradición.
Todas fueron decisiones políticas, como la educación, porque nosotros elegimos qué tipo de educación queremos para nuestros hijos, para que tengan conciencia de los procesos históricos. Queremos un Estado que eduque con valores para desarrollarnos colectivamente, con los conceptos de soberanía.
Un Estado también educa en valores, en cómo quiere que una sociedad se organice, en el desarrollo colectivo, en el valor por los demás, en el concepto de soberanía, independencia y ciudadanía. Todos esos son conceptos profundamente políticos, y no nos escondemos cuando se nos acusa de hacer política. Debemos seguir haciéndolo, porque cuando la derecha gobierna, pretende llevarse todo. Este es un camino permanente; al fin y al cabo, somos el camino que elegimos recorrer y en el que elegimos vivir.
Las discusiones de hoy son las mismas de 1810. En marzo de ese año, Manuel Belgrano escribió: «Hubo un tiempo de desgracia para la humanidad, en que se creía que debía mantenerse al pueblo en la ignorancia y, por consiguiente, en la pobreza, para conservarlo en el mayor grado de sujeción, pero esa máxima, injuriosa al género humano, se proscribió como una producción de la barbarie más cruel, y nuestra sabia legislación jamás la conoció». Belgrano se preguntaba: «¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios y que el gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?»
Esto decía Belgrano en 1810. ¿Se dan cuenta de que todas las luchas son las mismas? En aquel entonces, un hombre como él decía, ni más ni menos, que querían quitarnos la educación para poder sujetarnos, dominarnos, manejarnos. Esa era la realidad por la que peleaba Belgrano, y es la misma por la que peleamos hoy. Somos eso, y hoy el pueblo ha decidido empezar a caminar otra vez. Vendrán momentos difíciles, avances y retrocesos, pero este murmullo inevitablemente se transformará en un grito de libertad. No tengan dudas.