Historia de Tangos: “Nostalgias”

Por Roberto Chuchuy

“Nostalgias” es uno de los grandes poemas del tango y una de las composiciones más destacadas de su tiempo. Con letra de Enrique Cadícamo y música de Juan Carlos Cobián, los historiadores aseguran que “Nostalgias” marcó un antes y un después en la trayectoria poética de Cadícamo. Para esa época, ya había escrito otros temas como “Pompas de jabón”, “Muñeca brava”, “Che papusa oí”, y “Madame Ivonne”, entre muchos otros.

El poema, de todos modos, no parecía estar tocado por la varita mágica del éxito en un primer momento. Habla de un amor no correspondido, aunque no es ésta su particular novedad. El personaje se expresa en primera persona, pero a diferencia de otros abandonados, manifiesta su dolor a través del alcohol y del refugio en otros amores.

“Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un pesar. Y aquí vengo para eso, a borrar antiguos besos en los besos de otras bocas”.

¿Adónde iba? Seguramente a un cabaret, un prostíbulo o algo parecido. A un lugar donde abundan hombres solitarios y derrotados, música lenta y mujeres ligeras.

El mejor momento de “Nostalgias” llega al final, cuando el personaje dice a modo de despedida: “Quiero emborrachar mi corazón, para poder así brindar por los fracasos del amor”. Ese verso es sublime y desgarrador. “Brindar por los fracasos del amor”. Toda una filosofía existencial condensada en seis palabras. Aquí se brinda por la derrota, por el dolor, por el fracaso disimulado entre las luces, las risas, las caricias y los besos. Y, por supuesto, por la nostalgia: la nostalgia de un amor perdido, de un amor que duele y lastima.

Cadícamo era también un hombre de mundo. Había viajado por toda Europa en más de una ocasión en compañía de Gardel y poseía una sólida formación literaria. “Nostalgias” es una verdadera emboscada para los cantores improvisados. La trampa está tendida a lo largo de todo el poema, pero el momento más desafiante se presenta en los dos últimos versos del estribillo, concretamente cuando dice: “Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud”.

Para cantar “Nostalgias” como se debe, hace falta un buen registro y una gran extensión de voz, ya que en ese tramo varían los compases y la toma de aire se complica. La advertencia siempre estuvo presente, y por ello los grandes cantores enfrentaron la emboscada con la certeza de que sabrían eludirla.


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