Existe una relación proporcional entre el crecimiento del cansancio y la falta de opciones que permitan encontrar salidas a la emergencia social, económica y laboral, ejes sustanciales de las debilidades de este gobierno derechista.
Nos hemos quedado callados ante tantas tonterías mileístas que, además, ya conocemos. Nos acostumbramos, nos callamos, pero volvemos a la voluntad de movilizarnos.
Hemos visto cómo a los jubilados los dejaron solos, ¿y dónde carajo estaban los hijos y nietos que no los acompañaron en sus reclamos? En la movilización estudiantil del 23 de abril de 2024, y como presumo sucederá el 3 de octubre, esta movilización no solo será por la reforma presupuestaria universitaria, sino también por las miserias y pobrezas que nos muestran las últimas encuestas del INDEC. Estarán acompañados por las familias de los estudiantes, docentes y todos aquellos que sufren las consecuencias sociales.
Se podría decir que es necesario reforzar, como nunca antes, los detalles precisos —aunque resulten reiterativos— sobre la brutal ofensiva del ajuste sin fin y las provocaciones al respecto que nos lanza el oficialismo mileísta. Porque es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada.
El elemento menos sorpresivo y más estremecedor son las cifras de pobreza e indigencia divulgadas por el propio INDEC. Entiéndase bien: son números desgarradores. Corregirlos llevará un tiempo insondable. Ni siquiera hay la esperanza «milagrosa» de un salvataje al estilo del implementado por Lula con su plan «Hambre Cero».
El problema, además —y nada menor—, es convencer a los necios que persisten en adjudicar esas cifras al gobierno anterior.
No hay dramatismo en esto, no es ingenuo. Sin embargo, tanto colegas como analistas muy críticos del grotesco gobierno actual caen en la trampa por vagancia descriptiva. No todos, por supuesto.
Casi 25 millones de personas sumidas en la pobreza por ingresos. Son 5 millones más que en el último semestre del año pasado. Y 6,8 millones de indigentes, una suba de 2,8 millones en el mismo período. Más de dos de cada tres niños y adolescentes son pobres. Y los pobres son más pobres que antes, porque la transferencia de recursos hacia los más ricos es abrumadora. ¿Qué clase de anestesia se necesita para que alguien se engañe creyendo que esas cifras son «herencia recibida»? ¿Cuán infinito es el resentimiento y el gorilismo para que semejante inconsciencia se haya asentado? O peor aún, ¿cuánto de perversión hay en pensar que esto es merecido por «los despilfarros del populismo», y que los pobres cada vez más pobres deben pagar por haber usufructuado de ellos?
El fenómeno de los reaccionarios campantes es relativamente universal, pero eso no nos consuela ni nos exime de nuestras miserias autóctonas e históricas.
Las particularidades del oficialismo, que ayer lunes se reunió para inaugurar el Partido de la Libertad Avanza en el Parque Lezama, muestran cómo en estos días se agrupan, como si se tratara de una concentración de arrogancia insultante. No lograron juntar más de 5 mil personas en una CABA de más de 4 millones de habitantes, con la contratación de colectivos para traer gente del Gran Buenos Aires, utilizando los mismos métodos que antes criticaban. La paja en el ojo ajeno…
Por lo menos, así lo veo yo.