Todos sabemos cómo el «partido judicial» se ha ensañado contra Cristina Fernández de Kirchner, condenándola a seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos. Sin embargo, Cristina anunció de inmediato que el fallo sería apelado ante la Corte Suprema.
Mientras tanto, Javier Milei avanzó con su política agresiva y vergonzante, una mancha en la historia de nuestra democracia. Haciendo gala de un poder prestado, decidió suspenderle la jubilación a Cristina y la pensión que legítimamente le corresponde por la muerte de su esposo, Néstor Kirchner. Un acto reminiscentemente medieval, al estilo de la inquisición católica de los siglos XIII y XIV.
Para quienes no estén familiarizados con lo que fue la inquisición, les recuerdo que en 1478, los Reyes Católicos de España, en alianza con la Iglesia, formaron un ejército para perseguir a quienes ponían en duda las creencias en Dios y en Jesús. Los que no profesaban el catolicismo eran acusados de herejía y castigados con torturas, encarcelamientos e incluso la muerte. Las ejecuciones, muchas veces públicas, buscaban adoctrinar a la sociedad en nombre de Dios.
Este modelo inquisidor duró más de 300 años para imponer una determinada religiosidad. Las religiones han intentado, a lo largo de la historia, moldear nuestras conciencias. Pero cuando las religiones no logran ordenar a las personas, lo intenta la economía, luego la educación, y finalmente el poder. Si ninguno de estos métodos funciona, el poder recurre a la represión.
Así funciona la inquisición de Javier Milei y su grupo de saqueadores.
Lo que Milei busca es acabar con todo aquello que no encaje en su visión de sociedad, economía y humanidad. La reciente confirmación de la condena a Cristina por parte de la Cámara de Casación es solo un capítulo más en esta persecución. Parece que condenar a Cristina no es suficiente; ahora intentan humillarla aún más. La suspensión de su pensión y jubilación es un acto simbólico, equivalente a «quemarla en la plaza pública», solo que en esta ocasión, el escenario son los medios hegemónicos.
Las consecuencias de este modelo económico solo podrán sostenerse con un nivel de represión sin precedentes en democracia. Este gobierno digiere la democracia con dificultad, y eso será evidente en los próximos meses.
Cristina misma se dirigió a Milei con palabras claras:
«Ahora resulta que, además de ser titular del Poder Ejecutivo, querés crear y presidir un tribunal de honor para juzgar el mérito y desempeño de los expresidentes. Y para colmo, pretendés atribuciones para fijar penas accesorias a las del Poder Judicial. ¿Estás tan fuera de control que aparece el pequeño dictador que siempre llevaste dentro? A los argentinos que te votaron de buena fe no les va a alcanzar la vida para arrepentirse. Vos y la mafia judicial me persiguen, pero te aclaro: al dictador Videla sí le tuve miedo, pero a vos solo te tengo lástima y vergüenza ajena. ¡Cuidado, Milei! Olivos ha mareado a más de uno.»
En paralelo, el Congreso aprobó una ley para fortalecer los recursos de las universidades públicas, pero el gobierno de Milei la vetó sin contemplaciones. Acusaron a las universidades de ser «cajas» para el enriquecimiento ilícito y tacharon a los estudiantes de «zurdos».
Mientras tanto, la realidad del pueblo es cada vez más dura. La gente tiene hambre y en los comedores no hay comida. Sin embargo, la insensibilidad de este gobierno llega al extremo: según Milei, si alguien tiene hambre, «hará lo suficiente para dejar de tenerlo».