En el reino de Salta, donde desde hace tres décadas gobierna la misma casta del mismo conservadurismo —Romero, Urtubey, Sáenz—, se abre otro capítulo de esa vieja novela: la pelea por las tres bancas del Senado y las tres bancas en Diputados nacionales. Y como en toda fábula, cada personaje trae su consigna, su gesto heroico y su conveniente olvido.
El primero en escena es Juan Manuel Urtubey, que en su regreso blande una sola espada: “soy el único que puede frenar a Milei”. Nada más. Ni una palabra de Cristina, de quien renegó durante años; ni un gesto de autocrítica sobre su propia gestión, marcada por sospechas nunca resueltas —el caso de las turistas francesas, el Fondo de Reparación Histórica, las sombras de su círculo de poder—. Pero ahora asegura que todo se resume en ponerle un freno al Presidente. Slogan breve, fácil de repetir en radios y plazas. Y a quién le importa su pasado: lo nuevo es la pose de estadista indignado.
En la otra punta aparece Sergio “Oso” Leavy, que también se anota en la fábula con un lema que suena a mantra: “convicciones y lealtad a Cristina”. Una curiosa vuelta de tuerca: en el mismo escenario donde Urtubey no menciona a la expresidenta ni por casualidad, Leavy levanta la bandera de la fidelidad eterna, como si su candidatura fuera un acto de fe. El Oso apuesta a que, en tiempos de descreimiento, todavía queda público para las palabras mágicas de la liturgia kirchnerista.
La tercera protagonista es Flavia Royón, un caso digno de cuento fantástico. En dos años pasó de ser funcionaria de Milei a refugiarse en el gobierno de Sáenz, luego a ocupar una banca de diputada provincial y ahora a candidatearse como senadora nacional. En la historia reciente de Salta no hay antecedente parecido: un currículum político tan veloz como misterioso, y una carrera que parece ir en aceleración permanente. Poco se sabe de sus padrinos políticos, aunque su presencia parece fruto de una combinación de pragmatismo y padrinazgo discreto. ¿Su slogan? “Primero Salta”. Traducido: primero su ascenso personal. A este ritmo, nadie se sorprendería si en 2027 anuncia que quiere ser presidenta.
Mientras tanto, el resto de los partidos se esfuerza por no pasar al olvido total: la UCR recordando que aún respira, la izquierda dividiéndose como marca registrada y los libertarios con Emilia Orozco, que promete “darle fuerza al Presidente”. Sus frases suenan como estribillos de campaña en TikTok, pero cumplen la función de emocionar a quienes todavía creen que la libertad es un commodity que se reparte con discursos.
Y mientras Juan Carlos Romero se retira tras veinte años en el Senado —una rareza en este reino donde lo único eterno son las familias políticas—, el escenario queda planteado: Urtubey contra Milei, Leavy por Cristina, Orozco con los leones y Royón con ambiciones de vértigo.
La moraleja de esta fábula es simple: los slogans cambian, los personajes se reciclan y la gente mira desde la tribuna cómo se disputan los sillones. Nadie, absolutamente nadie, explica cómo salir de la crisis institucional que devora al país. La única certeza es que, gane quien gane, la fábula continuará.
En definitiva, la disputa salteña por el Senado se parece más a una fábula repetida que a una elección real: Urtubey grita “soy el único que puede frenar a Milei”, Leavy reza “convicciones y lealtad a Cristina”, Orozco ensaya “darle fuerza al Presidente” y Royón acelera su meteórica carrera con un “Primero Salta” que suena a primero ella. Y la moraleja es la de siempre: mientras ellos reparten slogans, nadie explica cómo salir de la crisis que arrastra al país.




