El bailarín de 70 años que transformó su amor por el tango en un show lleno de emoción y alegría. Desde la glorieta de Salta, defiende el espacio para los mayores y celebra que las nuevas generaciones mantengan viva la tradición.

En una charla con El Cronista Salta, Néstor Ramos, conocido en el ambiente tanguero como “Milonguita”, compartió la historia de cómo un apodo improvisado se convirtió en su marca artística y cómo, a los 70 años, sigue pisando la pista con la misma pasión de siempre.

Todo comenzó hace unos 20 años, cuando fue presentado en un evento por el Día de la Madre. “Ahí dijo el presentador ‘nace una nueva estrella del tango, Milonguita’, y quedé con ese nombre”, recordó entre risas. Desde entonces, Néstor lleva el tango en el alma, combinando humor, emoción y respeto por una danza que considera “parte del alma argentina”.

Su amor por el tango nació a los 40, gracias a una anécdota familiar. “En el cumpleaños de mi hermana pusieron un tango, nadie se levantó a bailar y ella me dijo: ‘¿Qué hacés sentado?’. Esa palabra me dolió. El lunes ya estaba buscando una escuela de tango”, contó.

Hoy, Ramos es un referente en la glorieta salteña, donde organizó sus propias milongas para adultos mayores. “Los jóvenes bailan los sábados, pero los viejos también sabemos bailar. Por eso armé los encuentros de los viernes, para que la gente grande se mueva, se ablande un poco y disfrute”, explicó.

Además, creó un estilo particular dentro del tango: el tango cómico. “Empecé bailando con una escoba y gustó. Después vinieron el baile de la silla y la muñeca Carlota, que es mi compañera. A la gente le encanta porque se ríen, se divierten. Es otra forma de vivir el tango”, relató orgulloso.

Para “Milonguita”, la esencia del tango sigue intacta: “El tango es nuestro, es argentino, no podemos dejar que muera. Cuando una dama te abraza y empieza el baile, ahí está la emoción más grande”.

Entre risas, recuerdos y pasos de baile, Néstor Ramos demuestra que el tango no tiene edad y que, mientras haya un bandoneón sonando, siempre habrá una pista esperando a “Milonguita”.

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