Ninguno de los tres senadores nacionales por Salta logró revalidar sus fueros. ¡Ni uno! Como dice el refrán político aggiornado: cada carancho a su rancho.

Juan Carlos, después de casi dos décadas en la poltrona legislativa, se fue sin pena ni gloria. Nunca fue un orador brillante ni un legislador memorable. Su momento más épico fue aquel cierre de campaña con Menem en el estadio de Gimnasia y Tiro —con Juan Romero como vicepresidente— y un helicóptero sobrevolando la zona para custodiar al entonces presidente riojano. Militó sin pudor el liberalismo de Menem y, años después, el de Milei. Resultado: la opinión popular lo jubiló.

Nora Giménez, representante del “perfil bajo, bajísimo”, encarnó a la perfección el dilema del PJ: mucha formalidad institucional, poca calle, cero mística. Fue una senadora ausente del territorio, casi una turista de la política local. Entre expedientes y pasillos, la militancia la buscó… y no la encontró. Candidata acompañante de Juan Manuel Urtubey, ausente total.

Sergio “el Oso” Leavy, fiel hasta la terquedad a su bloque, resistió aprietes y billetes tentadores. Hombre del interior, con votos firmes en el norte, pero insuficientes para renovar su mandato.

Balance final: tres senadores afuera, sin fueros, sin banca y sin excusas. La democracia habló, y ahora sí:
cada carancho a su rancho.

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