Introducción: Entendiendo la Geopolítica y el Poder del Dólar

Para comprender el enfrentamiento económico entre Estados Unidos y China, es útil empezar con algunos conceptos básicos de geopolítica y economía global. La geopolítica estudia cómo la geografía, la economía, el poder militar y las relaciones internacionales influyen en las decisiones de los países. En este caso, nos enfocamos en la rivalidad entre dos superpotencias: Estados Unidos, la mayor economía mundial, y China, un gigante en ascenso que desafía su dominio.

Un elemento clave en esta rivalidad es el dólar estadounidense, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1945) ha sido la moneda de reserva mundial. Esto significa que es la moneda principal usada en el comercio internacional, para pagar deudas entre países y como refugio seguro para los bancos centrales. Gracias a este estatus, Estados Unidos puede financiar sus déficits (gastar más de lo que recauda) a bajo costo, ya que el mundo confía en el dólar. Sin embargo, este privilegio también genera tensiones, como veremos.

Otro concepto importante es el déficit comercial, que ocurre cuando un país importa más bienes de los que exporta. Estados Unidos lleva décadas con un déficit comercial significativo, especialmente con China, lo que significa que compra más productos chinos de los que vende. Esto ha llevado a debates sobre la competitividad de la economía estadounidense y a políticas proteccionistas, como los aranceles (impuestos a las importaciones), que buscan proteger la industria local, pero pueden encarecer productos y afectar a los consumidores.

Con estos conceptos en mente, exploraremos cómo las políticas de Donald Trump han intensificado la guerra económica con China y por qué el futuro del dólar como moneda de reserva está en una encrucijada.

La Guerra Económica de Trump contra China

Desde su primer mandato (2017-2021) y con mayor fuerza en su segundo (2025 en adelante), Donald Trump ha centrado su estrategia económica en reducir el déficit comercial de Estados Unidos, particularmente con China. Él argumenta que China se ha «aprovechado» de Estados Unidos mediante prácticas comerciales desleales, como subsidios a sus industrias y una moneda (el yuan) artificialmente devaluada para abaratar sus exportaciones.

Para contrarrestar esto, Trump ha impuesto aranceles masivos a las importaciones chinas, alcanzando hasta un 145% en algunos productos en 2025, junto con un arancel general del 10% a todas las importaciones. Estas medidas buscan fomentar la «reindustrialización» de Estados Unidos, trayendo empleos manufactureros de vuelta al país. Sin embargo, los aranceles han tenido consecuencias graves: han elevado los precios de bienes en Estados Unidos, afectado a los consumidores y provocado represalias chinas, como restricciones a minerales raros y aranceles a productos agrícolas estadounidenses.

Además, Trump ha intensificado las restricciones tecnológicas, limitando el acceso de empresas chinas como Huawei a semiconductores estadounidenses, en un esfuerzo por frenar el avance tecnológico de China, especialmente en inteligencia artificial y 5G. Estas acciones reflejan un objetivo más amplio: mantener la supremacía económica y tecnológica de Estados Unidos frente al ascenso de China, que con iniciativas como «Made in China 2025» busca liderar sectores de alta tecnología.

China, por su parte, no se ha quedado de brazos cruzados. Ha respondido devaluando el yuan para mantener competitivas sus exportaciones y vendiendo bonos del Tesoro estadounidense, lo que presiona al dólar. Estas maniobras han escalado la tensión hacia lo que algunos analistas llaman una «guerra monetaria», donde ambos países buscan debilitar la moneda del otro para ganar ventaja.

El Dilema de Triffin y el Dólar

En el corazón de esta guerra económica está el dilema de Triffin, un concepto económico que explica la contradicción inherente al rol del dólar como moneda de reserva. Formulado por el economista Robert Triffin en los años 60, sostiene que para que el dólar sea la moneda global, Estados Unidos debe emitir suficientes dólares para satisfacer la demanda mundial (por ejemplo, para el comercio de petróleo o materias primas). Esto implica mantener déficits comerciales y fiscales, ya que el país gasta más de lo que produce, «inundando» el mundo con dólares.

Sin embargo, estos déficits debilitan la confianza en el dólar a largo plazo. Si los inversores temen que Estados Unidos no pueda sostener su deuda (que en 2024 alcanzó el 123% del PIB), podrían abandonar el dólar, buscando alternativas como el euro, el yuan o incluso el oro. Por otro lado, si Estados Unidos reduce su déficit para fortalecer el dólar, podría causar una escasez de dólares en el mundo, frenando el comercio global.

Trump enfrenta este dilema de forma directa. Él desea un dólar débil para hacer las exportaciones estadounidenses más competitivas y reducir el déficit comercial. Sin embargo, también quiere que el dólar siga siendo la moneda de reserva para preservar el poder financiero de Estados Unidos. Lograr ambas cosas es casi imposible: un dólar débil desincentiva a los inversores extranjeros, que podrían dejar de comprar bonos estadounidenses, mientras que un dólar fuerte agrava el déficit comercial al encarecer las exportaciones.

Las políticas de Trump han añadido volatilidad a este dilema. Sus aranceles y amenazas de intervenir en el mercado cambiario han debilitado al dólar, que en 2025 perdió un 4.5% frente a una canasta de monedas y cayó a 1.15 frente al euro, su nivel más bajo desde 2021. Esta depreciación, combinada con la fuga de inversores extranjeros, ha generado temores de una crisis financiera si la confianza en el dólar colapsa.

La Encrucijada del Dólar como Moneda de Reserva

El estatus del dólar como moneda de reserva está en una encrucijada por varias razones. Primero, las políticas proteccionistas de Trump han alienado a aliados y socios comerciales, que ahora buscan reducir su dependencia del dólar. Por ejemplo, China y Rusia han aumentado sus reservas de oro (China adquirió 225 toneladas en el último año) y promovido el uso del yuan en el comercio, que ya representa el 7% de las transacciones globales.

Segundo, el mundo está más multipolar que nunca. Países del «Sur Global» (como India, Brasil y Sudáfrica) prefieren mantenerse equidistantes en la rivalidad entre Estados Unidos y China, y muchos han adoptado acuerdos comerciales en monedas locales para evitar el dólar. Esto refleja un deseo global de diversificar las reservas monetarias y reducir el riesgo de sanciones estadounidenses, que han usado el dominio del dólar como arma geopolítica.

Tercero, la deuda estadounidense, que alcanzó un 6.7% del PIB en déficit fiscal en 2024, plantea dudas sobre la sostenibilidad del sistema. Si los bancos centrales, como el de China, reducen sus tenencias de bonos estadounidenses, el dólar podría enfrentar una depreciación descontrolada, desencadenando una crisis financiera global.

Por otro lado, el dólar aún tiene fortalezas. Estados Unidos sigue siendo la economía más grande, con mercados financieros profundos y un sistema legal confiable, lo que lo hace atractivo para los inversores. Además, ninguna moneda rival (ni el yuan ni el euro) tiene la infraestructura o la estabilidad necesarias para reemplazar al dólar a corto plazo. El exsecretario del Tesoro Hank Paulson ha señalado que el futuro del dólar depende más de las decisiones de Washington que de las acciones de Pekín.

¿Qué Significa Esto para el Mundo?

La guerra económica entre Estados Unidos y China tiene implicaciones profundas para todos. En Estados Unidos, los aranceles han disparado la inflación, afectando a los consumidores de mediana edad que enfrentan precios más altos en productos como electrónicos y ropa. La volatilidad del dólar también amenaza los ahorros y las inversiones, especialmente para quienes dependen de fondos de pensión.

A nivel global, el riesgo de una recesión aumenta. Según la Reserva Federal, los aranceles de Trump podrían reducir el PIB estadounidense en un 2.8%, empujando al país hacia una recesión. Otros países, especialmente en Europa y Asia, enfrentan condiciones financieras más duras debido a un dólar inestable y un comercio global fragmentado.

Para América Latina, la situación es compleja. Países como México y Brasil, que dependen del comercio con ambos gigantes, podrían quedar atrapados en el fuego cruzado. Sin embargo, también tienen la oportunidad de negociar acuerdos comerciales en monedas locales, fortaleciendo su autonomía frente a la hegemonía del dólar.

Conclusión: Un Futuro Incierto

El dilema de Trump en la guerra económica con China pone al dólar en una posición delicada. Sus políticas buscan restaurar la grandeza económica de Estados Unidos, pero corren el riesgo de acelerar un cambio en el orden financiero global. Si el dólar pierde su estatus de moneda de reserva, Estados Unidos podría enfrentar una crisis económica, pero si mantiene su dominio a costa de déficits crecientes, el problema solo se postergará.

Para los lectores de mediana edad, este escenario subraya la importancia de entender cómo las decisiones globales afectan la vida cotidiana, desde el precio de los bienes hasta la estabilidad de los ahorros. La rivalidad entre Estados Unidos y China no es solo una lucha de poder, sino un momento definitorio para el futuro de la economía mundial. Seguir informándose y diversificando inversiones puede ser clave para navegar esta incertidumbre.

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