El conflicto en Ucrania, que comenzó en 2014 y se intensificó con la invasión rusa en 2022, es mucho más que un enfrentamiento entre dos países. Para entenderlo, necesitamos hablar de conceptos como la «guerra proxy» y el papel de las promesas internacionales, especialmente las relacionadas con la expansión de la OTAN hacia el este, que han marcado la historia reciente.

¿Qué es una guerra proxy?

Una guerra proxy, o guerra por delegación, ocurre cuando dos grandes potencias no se enfrentan directamente, sino que apoyan a diferentes bandos en un conflicto para defender sus intereses. En el caso de Ucrania, muchos expertos y líderes, como el ministro ruso Serguéi Lavrov o el exsecretario de Defensa de EE. UU. Leon Panetta, han señalado que este conflicto tiene características de una guerra proxy. Por un lado, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN proporcionan a Ucrania armas, inteligencia, entrenamiento militar y sanciones económicas contra Rusia. Por otro, Rusia apoya directamente a las fuerzas separatistas en el este de Ucrania y, desde 2022, ha llevado a cabo una invasión a gran escala.

Esto no significa que Ucrania sea solo un «peón» en el tablero. Los ucranianos luchan por su soberanía y su derecho a decidir su futuro. Sin embargo, el apoyo masivo de Occidente, con miles de millones de dólares en ayuda militar y económica, y las acusaciones de Rusia de que la OTAN usa a Ucrania para debilitarla, muestran cómo las grandes potencias persiguen sus propios objetivos estratégicos a través de este conflicto.

La promesa de no expandir la OTAN hacia el este

Para entender el trasfondo, retrocedamos a los años 90. Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, el mundo cambió drásticamente. La Guerra Fría terminó, y Occidente, liderado por Estados Unidos, emergió como la principal potencia global. En ese contexto, se discutió el futuro de la OTAN, una alianza militar creada para contrarrestar a la URSS. Según documentos y testimonios de la época, líderes occidentales, como el secretario de Estado de EE. UU. James Baker, aseguraron a sus contrapartes soviéticas, incluido Mijaíl Gorbachov, que la OTAN no se expandiría «ni una pulgada hacia el este» más allá de Alemania, como parte de las negociaciones para la reunificación alemana.

Esta promesa no se plasmó en un tratado formal, lo que ha generado debate. Para Rusia, fue un compromiso verbal de seguridad; para Occidente, una mera declaración sin obligación legal. Sin embargo, a partir de 1997, la OTAN comenzó a incorporar países del antiguo Pacto de Varsovia, como Polonia, Hungría y la República Checa, y más tarde, en 2004, a exrepúblicas soviéticas como Estonia, Letonia y Lituania. Esta expansión acercó la alianza militar a las fronteras rusas, algo que Moscú percibió como una amenaza a su seguridad.

La ruptura de la promesa y sus consecuencias

La expansión de la OTAN hacia el este, junto con el interés de Ucrania en acercarse a la alianza y a la Unión Europea, alimentó las tensiones con Rusia. En 2008, la OTAN declaró que Ucrania y Georgia eventualmente podrían unirse, lo que Rusia interpretó como una provocación directa. Para Vladimir Putin, la expansión de la OTAN no solo rompió una promesa, sino que representó un cerco estratégico para limitar la influencia rusa.

En 2014, tras protestas en Ucrania que derrocaron a un gobierno prorruso, Rusia anexó Crimea y apoyó a separatistas en el este del país. La invasión de 2022 escaló el conflicto, con Rusia justificando sus acciones como una respuesta a la «agresión» de la OTAN. Por su parte, Occidente argumenta que cada país tiene derecho a elegir sus alianzas y que Rusia es la agresora al violar la soberanía ucraniana.

¿Qué significa esto para la gente común?

El conflicto en Ucrania es un recordatorio de cómo las decisiones de las grandes potencias afectan a millones de personas. Para los ucranianos, es una lucha por su supervivencia y su derecho a existir como nación independiente. Para el resto del mundo, es un ejemplo de cómo las promesas rotas y las rivalidades geopolíticas pueden desencadenar consecuencias devastadoras: miles de muertos, ciudades destruidas y una crisis económica global.

La guerra proxy en Ucrania también nos muestra que los conflictos modernos no siempre son entre dos ejércitos, sino que involucran redes de apoyo, desde armas hasta propaganda. Como ciudadanos, entender estos conceptos nos ayuda a mirar más allá de los titulares y a cuestionar los intereses detrás de las noticias.

En conclusión, el conflicto en Ucrania combina una lucha local por la libertad con un juego global de poder. La expansión de la OTAN, vista por algunos como una traición a promesas pasadas, ha alimentado un enfrentamiento que va más allá de las fronteras ucranianas. Mientras las grandes potencias siguen moviendo sus piezas, la paz parece lejana, pero la esperanza está en que la diplomacia y el respeto mutuo puedan, algún día, encontrar una solución.

Entrada Relacionadas