Por Rodolfo Ceballos

En seis años de gestión, Gustavo Sáenz no demostró ser tan republicano como pregona. Con las elecciones a la vista, busca manipular la percepción de los votantes para apuntalar a sus candidatos.

La estrategia de su gobierno se basó siempre en apariencias: presentar las crisis sociales y económicas como grandes políticas de Estado. Ahora suma una nueva puesta en escena: conferencias de prensa con periodistas guionados para simular transparencia y cercanía con la ciudadanía.

Sin una verdadera vocería institucional, el propio Sáenz se erige como vocero de su gestión. Se presenta como símbolo del «salteñismo», repitiendo frases como “cuenten siempre con este gobernador”, intentando personificar al gaucho de Güemes moderno.

La falta de acceso real a la información pública llevó a los ciudadanos a recurrir a la Justicia para obtener respuestas. Así, Sáenz solo parece cumplir con la publicidad de sus actos cuando lo ordenan los jueces, y no por respeto a la Constitución.

Ahora, con una teatralizada rueda de prensa quincenal, intentará convencer que gobernar Salta es tarea de titanes. Pero los más atentos saben que, pese a estas puestas en escena, la obligación de informar no es un gesto de buena voluntad, sino un mandato constitucional que asegura la transparencia y el control ciudadano sobre la gestión pública.

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