Una perspectiva geopolítica del siglo XXI
Las guerras no son para ganar justicia, sino para robar: territorios, recursos, poder. La paz es un mito, y la historia es el relato de los vencedores. En el siglo XXI, el desafío es entender este juego y posicionarnos como actores, no como peones, en el tablero global.
La historia de la humanidad es, en esencia, la historia de las guerras. No las guerras que nos enseñan en la escuela con fechas de inicio y fin, sino una lucha constante por el poder, los recursos y el control del mundo. En este artículo de opinión, desmantelamos el mito de la paz perpetua y exploramos cómo los conflictos actuales —en Ucrania, Medio Oriente, Taiwán y más allá— forman parte de una guerra global con raíces que podrían remontarse a 1492. A través de una lente crítica, argumentamos que Estados Unidos, Rusia y China son los principales contendientes, con tácticas que oscilan entre la diplomacia y la agresión descarada. El mundo es un tablero de ajedrez donde los poderosos mueven sus piezas para dominar Eurasia, y las acciones de Estados Unidos destacan por su falta de escrúpulos en esta carrera por la hegemonía.
La mentira de la paz: Una guerra sin fin
Nos han convencido de que la paz es un estado natural, interrumpido solo por conflictos aislados. Esto es una ilusión creada por los poderosos cuando sus intereses coinciden temporalmente. La paz no existe; siempre hay guerra porque un hombre con poder siempre quiere más. Desde Ciro el Grande en Persia, Alejandro Magno en Macedonia, hasta los Romanov en Rusia, los grandes imperios han buscado conquistar el mundo conocido en su tiempo. Lo único que ha cambiado es el tamaño de ese mundo.
En el siglo XIX, la Revolución Industrial y la modernización de la guerra hicieron posible dominar todo el planeta. Estados Unidos, emergiendo como potencia, vio esta oportunidad y comenzó a expandirse con métodos poco civilizados. Surgió entonces la necesidad de controlar territorios, rutas comerciales y recursos. John Halford Mackinder, un geopolitólogo británico, lo resumió en su teoría del «Corazón de la Tierra»[^1]: quien controle Europa del Este dominará el Corazón de la Tierra (Rusia y Asia Central); quien domine el Corazón de la Tierra controlará la Isla del Mundo (Eurasia); y quien controle Eurasia dominará el planeta. Esta visión ha guiado a Estados Unidos en su agresiva expansión global.
[^1]: John Halford Mackinder desarrolló su teoría en 1904 en «The Geographical Pivot of History». Su visión sigue siendo influyente en la geopolítica moderna.
Las guerras mundiales: Un nombre engañoso
Nos han dicho que la Primera Guerra Mundial (1914-1918) comenzó por el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria. Esta narrativa simplista oculta que los países europeos llevaban décadas preparándose para repartirse las colonias globales. El conflicto fue principalmente europeo, y su nombre, asignado por historiadores, moldea nuestra percepción. Lo mismo ocurre con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que no fue un evento aislado, sino una continuación del reparto global.
Estados Unidos aprovechó estas guerras para consolidar su poder. Tras la Primera Guerra Mundial, impuso el Tratado de Versalles, que humilló a Alemania y sentó las bases para la siguiente conflagración. En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lanzó bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, no solo para derrotar a Japón, sino para eliminar a un competidor industrial. Las guerras no son eventos discretos; son capítulos de una misma historia. A lo largo de los siglos, los territorios han cambiado: Polonia fue borrada en el siglo XVIII, Ucrania no existía como estado en 1700, y el Imperio Otomano colapsó tras 1918. Estos cambios reflejan la lucha por Eurasia, amplificada por las tácticas agresivas de Estados Unidos.
Eurasia: La Isla del Mundo
Eurasia, desde España hasta China, concentra el 70% de la población mundial y los recursos esenciales. Mackinder la llamó la «Isla del Mundo», y su dominio es el objetivo final. En su centro, el «Corazón de la Tierra» —Rusia, Kazajistán, partes de China— alberga recursos vastos pero está escasamente poblado. Alrededor, regiones como Europa (800 millones), China (1,500 millones) e India (1,500 millones) compiten por estos recursos.
Alfred Mahan, un almirante estadounidense, complementó a Mackinder al destacar el control marítimo[^2]. Quien domine los mares controla el comercio global; quien controle el comercio global domina el mundo. Estados Unidos ha seguido esta máxima, construyendo una red de bases navales y portaaviones para estrangular el comercio de sus rivales. La guerra es una lucha por recursos y rutas, y Estados Unidos ha usado tanto la fuerza como el engaño para prevalecer.
[^2]: Alfred Mahan publicó en 1890 «The Influence of Sea Power Upon History, 1660-1783», argumentando que el poder marítimo es clave para la hegemonía.
La guerra actual: Un conflicto global disfrazado
Los conflictos en Ucrania, Medio Oriente, Taiwán, África y Asia Central son frentes de una guerra mundial que comenzó, simbólicamente, en 1492. Estados Unidos, Rusia y China son los contendientes principales, pero las tácticas de Estados Unidos destacan por su agresividad.
Ucrania: La puerta al Corazón de la Tierra
Ucrania es el epicentro de la lucha por Europa del Este, la llave al Corazón de la Tierra. Históricamente, esta región fue disputada por Rusia, Polonia, los Habsburgo y el Imperio Otomano. En el siglo XVIII, Polonia dominaba, pero fue desmembrada por Prusia, Austria y Rusia. Para 1815, Rusia controlaba Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania. Tras la Primera Guerra Mundial, Rusia perdió influencia, y Inglaterra moldeó los nuevos estados.
La Unión Soviética recuperó el control tras la Segunda Guerra Mundial, extendiéndose hasta Alemania Oriental. Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991, Rusia perdió poder. Vladimir Putin ve esto como una tragedia, y la guerra en Ucrania es un intento de recuperarlo. Estados Unidos, sin embargo, ha apoyado a Ucrania con armas y financiamiento, expandiendo la OTAN hacia el este para cercar a Rusia, ignorando promesas hechas en el Tratado de Moscú de 1990.
Taiwán: El portaaviones insumergible
Taiwán es otro punto crítico. Aunque Estados Unidos no reconoce a Taiwán como país independiente, lo usa como peón contra China. Douglas MacArthur lo llamó un «portaaviones gigante e insumergible» frente a Beijing, una base estratégica que China busca neutralizar. Estados Unidos ha vendido armas a Taiwán y ha provocado tensiones, sabiendo que una guerra debilitaría a China económicamente.
China planea recuperar Taiwán para 2049, pero el conflicto podría escalar antes. Estados Unidos prefiere sanciones o provocaciones indirectas, evitando un enfrentamiento directo que dañaría su economía. Taiwán es una pieza en el juego de Estados Unidos para contener a China y asegurar el Mar de China Meridional.
Medio Oriente y más allá: La periferia de Eurasia
En el Medio Oriente, Estados Unidos ha usado tácticas cuestionables. La Primera Guerra del Golfo (1991) comenzó tras engañar a Saddam Hussein para invadir Kuwait, luego castigarlo con una coalición liderada por Washington. La invasión de Afganistán (2001) y Irak (2003) se basó en pretextos dudosos —el 11 de septiembre y supuestas armas de destrucción masiva—. En Siria, apoyó rebeldes contra Bashar al-Assad, aliado de Rusia, mientras en Libia derrocó a Muammar Gaddafi durante la Primavera Árabe, reconfigurando regímenes a su favor.
En Asia Central, tras la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos negoció acuerdos para explotar el Mar Caspio. En el Cáucaso, financió separatismo en Chechenia y Kosovo, debilitando a Rusia y Serbia. Estas acciones muestran cómo Estados Unidos usa guerra, engaño y proxy para controlar la periferia de Eurasia.
La desglobalización: Un mundo tripolar
La globalización, impulsada por Estados Unidos tras la Guerra Fría, prometió evitar conflictos, pero ha dado paso a una desglobalización. El mundo se divide en bloques liderados por Estados Unidos, Rusia y China.
- Occidente colectivo: Estados Unidos, Europa, Japón y Australia forman un bloque bajo Washington. Su estrategia incluye bases militares, la OTAN y sanciones, como las impuestas a Rusia tras 2014.
- Potencias eurasiáticas: Rusia y China consolidan Eurasia. Rusia defiende Ucrania, mientras China expande su influencia en África y América Latina, desafiando a Estados Unidos.
- Comodines: India, el Medio Oriente, el Norte de África y el Sureste Asiático son clave. India depende de Rusia militarmente, el Medio Oriente controla energéticos, y el Sureste Asiático es un puente entre China y Occidente.
Estados Unidos ha usado su poder para imponer su visión, desde derrocar gobiernos hasta manipular economías. África y América Latina son «piezas» estratégicas, y México podría negociar con astucia si logra unidad.
Conclusión: La guerra por el futuro
La guerra actual se libra en maniobras geopolíticas y conflictos regionales. Estados Unidos ha usado tácticas poco civilizadas —guerras basadas en pretextos, derrocamientos y sanciones— para dominar Eurasia. Rusia y China resisten, mientras India, el Medio Oriente y el Sureste Asiático deciden el equilibrio. América Latina, incluida México, puede aprovechar su posición con inteligencia.
Nota del autor: Este artículo ofrece una crítica a las acciones de Estados Unidos y otras potencias. Los invito a cuestionar las narrativas oficiales y reflexionar sobre los intereses detrás de la geopolítica.



